La nueva Casa del Metal cada vez parece más una casa. Las nuevas adquisiciones y mariconadas estéticas van creando hogar, pero nos falta pasta para darle el toque definitivo y estamos en la angustiosa fase de "no importa cuántas lámparas veamos, todas nos parecen iguales".
Las flores que planté andan por estas medidas, a ver si puedo tener flores antes del otoño.
Y una de nuestras nuevas adquisiciones de las que estamos más orgullosos. No está hecha a medida ni coincide 100% con el color de la madera del mueble de al lado pero da el pego; una manera como cualquier otra de salvar una columna, lucir deuvedés de música y exhibir el cuerno del Wacken. Atención al baúl pendiente de pintar nos-lo-encontramos-al-lado-de-un-contenedor-y-para-que-se-lo-quede-un-gitano-ya-lo-arreglamos-nosotros.
Probablemente, el único blog escrito por una mujer que jamás hablará de zapatos.
26 de mayo de 2010
23 de mayo de 2010
Del trabajo de campo que he podido realizar hasta ahora de camarera-de-noche-biólogasessy-necesitounasperrillas-todaayudaespocaparalostiemposdevacasflacasqueseacercan se extraen las siguientes conclusiones sobre los hábitos de consumo entre punkarras y jevis:
Los punkarras manejan más pasta o son más manirrotas que los jevis, gastándose proporcionalmente mucho más dinero. Los que beben, beben mucho y te pasas toda la noche viendo las mismas caras acercándose a la barra una y otra vez. Predominan los calimochos y las cervezas (en mini, por supuesto) y lo más sibarita que piden es un Brugal. Los jevis gastan menos dinero y no son tan hiperfrecuentadores. Piden proporcionalmente menos bebidas alcohólicas y menos volumen de bebida, aunque los que toman alcohol sí se atreven a pedir minis para compartir. El espectro de peticiones aumenta y piden cosas más sofisticadas, como gin tonics, Four Roses, calimochos con granadina e incluso cosas que claramente no tenemos como chupitos de Jack Daniels.
Y sí, hay gente tan educada que viene a la barra expresamente para dejar el vaso vacío, a pesar de disponer de papeleras que no están repletas. En ambos grupos hay pedorros exigentes que se piensan que están en un garito de lujo de Ibiza y arrugan el ceño si la cerveza no está bien tirada o que tenemos todas las marcas habidas y por haber. Pero luego también hay clientes simpáticos y agradecidos. No dejan de sorprenderme los bigardos macarruzas que después resultan ser gente mansa y de buen conformar y los melenudos con tachuelas que te piden un zumo (??!!) y cuando les das a elegir, en vez de elegir el de piña que es como más "neutro", eligen el de melocotón que es el más gayer (???!!!) y se están 45 minutos tomándoselo como su fuera un Red Label bien cargadito. Lo más indignante es la gente que abandona las latas de bebida del combinado en la barra porque es triste tirar a la basura coca colas casi enteritas.
Los que más gracia me han hecho hasta ahora fueron una pareja de chicos que venían con las novias y a pesar de su pinta de macarrillas con pelos teñidos de rubio platino y vestimenta al uso demostraron ser de lo más educados y simpáticos. Empezaron preguntando desconfiados que cuánto costaba el mini de cerveza. Al oir 5,50 euros se mostraron agradablemente escandalizados, por lo barato (y yo pensé si me estaban vacilando). Después preguntaron que cuánto costaba el mini de calimocho y al oir el mismo precio se emocionaron casi hasta las lágrimas diciendo que les parecía muy barato. Pidieron un mini de cerveza para cada uno, diciendo que con esos precios no los iban a mover de la barra (el caso es que tampoco bebieron tanto), y que les pusiera un mini de calimocho "para las niñas" (que eran 4 y que iban a aguantar con un mini para las 4 toda la noche). Se lo serví sirviendo los ingredientes delante suyo (como siempre se ha hecho y como se sirven las bebidas hasta en el peor bareto de barrio) y se volvieron a emocionar, diciéndome con gran sentimentalismo que "era la primera vez que alguien les servía la coca cola del calimocho delante suyo". ¿Pero a qué clase de tugurios irían esos pobres muchachos? XD
Típicos clientes de los que te alegras de volverlos a ver acercándose a la barra porque son muy simpáticos. De babosos abusadores que te van pidiendo que les perdones parte del precio también hay, pero me los reservo para otra tanda de anécdotas...
Los punkarras manejan más pasta o son más manirrotas que los jevis, gastándose proporcionalmente mucho más dinero. Los que beben, beben mucho y te pasas toda la noche viendo las mismas caras acercándose a la barra una y otra vez. Predominan los calimochos y las cervezas (en mini, por supuesto) y lo más sibarita que piden es un Brugal. Los jevis gastan menos dinero y no son tan hiperfrecuentadores. Piden proporcionalmente menos bebidas alcohólicas y menos volumen de bebida, aunque los que toman alcohol sí se atreven a pedir minis para compartir. El espectro de peticiones aumenta y piden cosas más sofisticadas, como gin tonics, Four Roses, calimochos con granadina e incluso cosas que claramente no tenemos como chupitos de Jack Daniels.
Y sí, hay gente tan educada que viene a la barra expresamente para dejar el vaso vacío, a pesar de disponer de papeleras que no están repletas. En ambos grupos hay pedorros exigentes que se piensan que están en un garito de lujo de Ibiza y arrugan el ceño si la cerveza no está bien tirada o que tenemos todas las marcas habidas y por haber. Pero luego también hay clientes simpáticos y agradecidos. No dejan de sorprenderme los bigardos macarruzas que después resultan ser gente mansa y de buen conformar y los melenudos con tachuelas que te piden un zumo (??!!) y cuando les das a elegir, en vez de elegir el de piña que es como más "neutro", eligen el de melocotón que es el más gayer (???!!!) y se están 45 minutos tomándoselo como su fuera un Red Label bien cargadito. Lo más indignante es la gente que abandona las latas de bebida del combinado en la barra porque es triste tirar a la basura coca colas casi enteritas.
Los que más gracia me han hecho hasta ahora fueron una pareja de chicos que venían con las novias y a pesar de su pinta de macarrillas con pelos teñidos de rubio platino y vestimenta al uso demostraron ser de lo más educados y simpáticos. Empezaron preguntando desconfiados que cuánto costaba el mini de cerveza. Al oir 5,50 euros se mostraron agradablemente escandalizados, por lo barato (y yo pensé si me estaban vacilando). Después preguntaron que cuánto costaba el mini de calimocho y al oir el mismo precio se emocionaron casi hasta las lágrimas diciendo que les parecía muy barato. Pidieron un mini de cerveza para cada uno, diciendo que con esos precios no los iban a mover de la barra (el caso es que tampoco bebieron tanto), y que les pusiera un mini de calimocho "para las niñas" (que eran 4 y que iban a aguantar con un mini para las 4 toda la noche). Se lo serví sirviendo los ingredientes delante suyo (como siempre se ha hecho y como se sirven las bebidas hasta en el peor bareto de barrio) y se volvieron a emocionar, diciéndome con gran sentimentalismo que "era la primera vez que alguien les servía la coca cola del calimocho delante suyo". ¿Pero a qué clase de tugurios irían esos pobres muchachos? XD
Típicos clientes de los que te alegras de volverlos a ver acercándose a la barra porque son muy simpáticos. De babosos abusadores que te van pidiendo que les perdones parte del precio también hay, pero me los reservo para otra tanda de anécdotas...
2 de mayo de 2010
Me jodo cada día
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