La intención era llegar hoy a Melide, y prometía ser un día duro. Como el restaurante de la paella pasada no abría hasta las siete, nos pusimos en marcha a la hora acostumbrada, felices de dejar atrás a las pedorras ruidosas, que parecían dormilonas. No se camina mal en ayunas; la adrenalina de ponerse de nuevo en marcha es suficiente motor. Pocos kilómetros más allá del albergue, en Ventas de Narón (km 77), paramos a desayunar la poca bollería que tuviesen en un bareto. La buena mujer de la barra, que comentaba las noticias para ver si pegábamos la hebra, nos preguntó que si pensábamos llegar a Melide, y que si aprovecharíamos para comer pulpo. Dijimos que sí, pero primera noticia: el pulpo de Melide es famoso, y nosotros no lo sabíamos porque somos unos peregrinos indocumentaos. Pero faltaría más, cómo nos vamos a ir de Galicia sin haber probado el pulpo.
No me pude resistir a hacer una foto a las enésimas hortensias espectaculares que vi en Galicia; por si no lo sabíais (yo no, una de tantas cosas que se aprenden) es tierra propicia. ¿Sabíais que el color de las flores de la hortensia depende del pH de la tierra y que por tanto, si no nos gusta, se puede cambiar (aunque no radicalmente)? De ahí el viejo truco de la abuela de plantar clavos de hierro oxidado en la tierra de las hortensias. En Galicia no hace falta plantar clavos: la tierra pizarrosa típica de allí hace el mismo efecto. Explicación científica (me lo contaron incluso en la facultad): el hierro que se desprende del clavo o presente en la mica que compone la pizarra es el responsable de que los pétalos viren a un color azulado más o menos intenso (ya depende de la absorción de cada rama o capullo). Para ayudar a la asimilación del hierro nada mejor que un ambiente aún más ácido para estas plantas acidófilas, cosa que las abuelas conseguían regando con zumo de limón o esparciendo pimentón (igual que los anémicos toman suplementos de hierro con zumo de naranja). De hecho hay abonos con sulfatos de alumino o de hierro para "azulear" las hortensias. Pero no se puede cambiar drásticamente el color si no quieres que la flor se quede de un color crudo intermedio bastante feo. Por contra, la cal en el agua quela la acidez del suelo, se absorbe menos hierro y las flores quedarán más rosas. En Galicia no es problema porque el agua es blanda, muy buena, así que las hortensias son todas más bien azulonas o violetas.La excepción son las variedades de flor blanca, que esas son insensibles al pH del suelo.
Casi llegando al mítico pueblo de Ligonde, nos desviamos un poco del Camino (la típica cosa que casi nadie hace porque pasan tres pueblos del turismo) para ver una casa nobiliaria medieval pero arreglada con ermita al lado (pos fueno, pos fale, pos malegro):
Como quien no quiere la cosa, a un lado de la carretera, está el célebre cruceiro de Lameiros (siglo XVII aunque parezca más antiguo); como casi todos, de doble cara, en una está Cristo y en la otra la Virgen de los Dolores. En la base hay grabados de tenazas, escaleras y calaveras en alusión al calvario y me hizo bastante gracia su factura. Los peregrinos lo adornan con multitud de mensajes y piedras.
Llegamos al histórico pueblo de Ligonde, deprimente por la mala conservación y partido que se le saca a sus puntos fuertes turísticos. Pasas al lado de un campo para pasto vallado, y resulta que es un antiguo cementerio de peregrinos. Pasas por delante de un caserón sosainas, y resulta que allí estuvieron Carlos V de camino a ser coronado emperador, y Felipe II cuando iba a casarse con María Tudor. Y lo peor de todo es que los peregrinos pasotas no se paran ni para leer un cartelillo.
A la salida del pueblo, un perrulín estaba tumbado con cara tristona de no haber recibido afecto en su vida. Y como acordaos que yo aún llevaba en la mochila un trozo de bocata de ternera más duro que una piedra que sobró de mi primera cena y que me negué a desayunar, se lo saqué al perrillo, que tardó en procesar el regalo y que se nos quedó mirando en plan flipao mientras tomábamos un sendero que se metía de nuevo en los bosques.
Y nos adentramos de nuevo en una de las maravillosas sendas que ofrece el Camino, que hace que no te importe mojarte con el eventual chirimiri mañanero: castaños, robles...
Hasta aquí todo parece fantástico, pero el Maromo, que se había venido con unas zapatillas viejas de baloncesto y encima las llevaba mal atadas, ya empezaba a sufrir los efectos de las ampollas, el mal pisar y los dolores musculares y tenía este careto en una de las cuestas, nada parecido a la sonrisa de las primeras fotos, si es que os molestáis en comparar:
Al cabo de 10-12 km, ya nos ponemos a eso de las 10 de la mañana, nos zampamos una hamburguesa completa y una Coca-Cola para almorzar que nos sentó como Dios en un núcleo de albergues para colonias que hay antes de llegar a Palas de Rei, y que inició una buena costumbre que yo recomiendo: calzarse algo contundente a media mañana para no desfallecer hasta bien entrado el mediodía.
Parroquia de San Tirso de Palas de Rei para el primer sellecito:
Sí, hay peregrinos que hacen el Camino por motivos religiosos y que aprovechan las Iglesias para sentarse ante el altar. Si es que hay gente pa' to'. La parte mala es que el trío de cotorras del albergue de Hospital da Cruz, pese a ponerse en marcha después de nosotros, nos habían alcanzado. Y es que eran unas cotorras ruidosas, pero tenían un fondo físico que pa'que...Ainnns que cansino es cruzarse con peregrinos que te caen gordos. A estas alturas de la película quien más y quien menos, ya nos conocemos todos los caretos.
Palas de Rei es un pueblo grande pero a no ser que necesiteis comprar algo, no tiene mucha más enjundia. El Camino nos hace bajar de nuevo y desviarnos por unas calles para contemplar el monumento de los peregrinos bailando la munyeira que, como está en Galicia, está como quien no quiere la cosa en medio de unas casas. En Madrid tendría 10 metros más de alto y ocuparía una rotonda.
Bueno, bueno, bueno, y aquí llegados a este punto le tuve que hacer una foto a un cartel que nos había acompañado yo creo que desde pasado Portomarín: un perro labrador desaparecido que necesitaba urgentemente medicación. Los diez primeros carteles, pase, pero...¿a tantos km y todavía colgando carteles???? El dueño se pegó un palizón. Tooooodo el santo Camino a Santiago viendo el cartelito de marras. Estábamos tan intrigados y tan preocupados por el destino del pobre perrulín y su enfermedad que ya de vuelta en Madrid escribimos un mensaje al dueño para interesarnos por el pobre perro. Podeís respirar tranquilos: lo encontraron sano y salvo, así que no hubo drama humano. Pero no es manera de asustar a tantos peregrinos de esta manera. Hay que retirar los carteles una vez que encuentras al chucho, hombre de Diooos...
PRUEBA DE AGUDEZA VISUAL
¿Qué destaca en esta foto aparte del rostro descompuesto por el dolor del Maromo?
¡¡¡Síiiiiii!!! Es un bonito mojón que sólo sirve para indicar que ya no estamos en la provincia de Lugo, si no que entramos en A Coruña.
¿Quién nos hizo esta foto en la que salimos tan poco agraciados? EN EFECTO, una de las tres cotorras, también interesadas en el mojón.
Y ahora, por fín para todos ustedes...
UN ESTREMECEDOR DOCUMENTO GRÁFICO, EL MISTERIO AÚN MÁS PERTURBADOR QUE EL DEL PERRO, DIGNO DE IKER JIMENEZ: el intrigante monumento al cartero Alfredo (lo que os cuento), erigido en un parque a eso de 57 km de Santiago, no recuerdo ni el lugar (antes de llegar a Leboreiro). Creo no exagerar si digo que después de la plaza del Obradoiro, el monumento gallego más fotografiado por los peregrinos es este menhir misterioso e intrigante que demuestra que hay alcaldes gallegos con los huevos como catedrales. No porque me parezca mal erigir un monumento a un prohombre del pueblo, ni que ese monumento sea un monolito de lo más primitivo, pero hombreeeeeee, ya que te pones a hacer una placa escribe al menos por qué es tan famoso el bueno de Alfredo. ENTRADA EN LA WIKIPEDIA PARA EL CARTERO ALFREDO YA.
Esto es un endrino y lo demás son tonterías. No hay nada en la foto que permita ver la escala, pero creedme, era descomunal, a años luz de los endrinos escuchimizados de mi pueblo materno.Dan ganas de ponerse a hacer pacharán.
Y una de las cosas más peculiares y curiosas que nos ofrecen los pueblecitos gallegos: los cabazos de Leboreiro; canastos circulares de madera trenzada para poner a secar el maiz, alzados sobre el suelo para evitar los ratones como los hórreos. Alguna casa particular conserva el suyo propio, pero el más famoso es el que está situado en una placita cerca de la Iglesia.
Santa María de Leboreiro, detrás del cabazo principal que es el de la foto anterior; recuerdo que tenía unos frescos interiores bastante notables, y es que vete tú a saber qué tesoros tienen estas pequeñas iglesias que pasan desapercibidos. Eso sí, el sacristán nos escrutó bastante mientras nos ponía el sello y escribíamos en el libro de visitas. El Maromo, que estudió en los Maristas, estuvo sagaz y se santiguó nada más entrar en la iglesia, pero yo que soy una descastada pasé del tema como una campeona y no sé si el sacristán me lo debió notar. Los libros de visitas son la monda; lo mismo descubres que acaba de firmar alguien del pueblo cercano al tuyo, o que hay dedicatorias en sánscrito.
No digais que esto no parece sacado de las imágenes de La Comarca de las pelis del Señor de los Anillos. Si es que parece que va a salir Glorfindel a caballo de un momento a otro: es un puente medieval encantador salvando el río Seco. Como lo leeis, el río Seco, aunque no recuerdo que estuviera seco.
Carteles de ánimo y de "yo he estado aquí", qué bonita es la amistad, el amor, el compañerismo, bla bla bla, pero luego la gente no sabe hablar bajito en los putos albergues. No todos los mojones sirven para poner el número de kilómetro, algunos contienen la puta flecha amarilla.
Joaquín Molina hizo el Camino en 2011 desde Burgos. Y Carlitos desde O'Cebreiro. Para hacer una tesis en antropología, en serio.
Ah, calla, coño, que hice la foto porque es la foto "de mitad de Camino" (110/2=55), aprox. No entendía muy bien a qué venía.
Ahora me pongo seria porque esta parte de la etapa fue una etapa infernal. Debimos oler la tormenta llegando a Mato-Casanova, aldea putrefacta con albergue público. Cuando pasamos por allí, llenamos la botella de agua y continuamos andando (entre otras cosas porque el albergue aún estaba cerrado), a pesar de que el Maromo estaba sufriendo lo indecible. Pero era tan temprano y Casanova parecía aún peor que Hospital da Cruz que no le vi ningún sentido no hacer 7 kilómetros más y llegar a Melide (al día siguiente vimos que hubiese sido mejor parar en Casanova y organizarnos las etapas de otra manera, pero si las decisiones nunca fuesen equivocadas, no tendría emoción tomarlas).
Esos siete kilómetros son la muerte. No sólo por las subidas que había en los senderos (cada dos por tres te tenías que parar a beber agua), si no que la subida a Melide, ya a plena solana del mediodía, es, a mi entender, el peor tramo del Camino desde Sarria, sin parangón.
Yo acabé el Camino bastante entera, tuve buen calzado y no sufrí grandes dolores, y puedo decir sin lugar a dudas que la subida de Melide es el tramo más jodido. Tenerla como final de etapa es como llegar a meta tras subir el Tourmalet, pero es que si inicias una etapa con ella puedes acabar jodido para el resto del día, y a Melide merece la pena dedicarle horas. Hay guías que tienen como etapa Palas de Rei-Arzúa, con lo cual te tragas, en 29 km, la subida a Melide y la subida a Arzúa. ¡¡¡¡¡LOCOS!!!!! ¿Cómo pueden sugerir juntar dos tramos tan malos en la misma jornada? Yo no lo recomiendo.
Escuchad la voz de la Sabidurida: Melide debe ser final de etapa, o debe estar enmedio de una jornada corta. Para variar, la carencia de albergues en los tramos siguientes agravan la situación, haciendo que cualquier decisión, salvo matarse a kilómetros o quedarse cortos, sea una palmada.
¿Qué es eso tan malo que tiene la subida a Melide? Pues que es un sendero paralelo a una carretera, completamente al descubierto, atravesando un laaaaaaaaaaaaargo polígono industrial que no se acaba nunca y que te pilla en las peores horas del mediodía, con más de 20 km en el cuerpo, poca agua en la botella y que culmina en....ooootra eterna subida recorriéndote casi todo el término municipal de Melide, puesto que el albergue municipal está "en la cima de la colina", es decir, en la otra punta del pueblo según subes.
El Maromo estaba destrozado, andando a base de puros huevos (obsérvese al homenaje revertiano). Yo tenía la espalda y los gemelos echando humo, psicológicamente hasta las narices porque la subida no acababa nunca, y encima con una contractura en el cuello que me estaba matando (lo que yo pensaba que era una contractura, porque en realidad lo que pasaba es que me estaba quemando la nuca, y no podía girar el cuello ni pizca).
O sea que estás cansado, acabas reventado el sendero por la zona industrial de Melide y descubres que te tienes que subir el pueblo entero. "POR FAVOOOOR, CUANDO ACABA ESTE INFIERNOOOO" es todo lo que te cabe en la mente. Siete kilómetros apoyándote totalmente en el palo de caminar porque no puedes con las pestañas.
La insufrible subida por el casco urbano no nos evitó observar la pedazo de cola que había en la puerta de un local llamado "Casa Ezequiel" (nota mental: esta pulpería debe ser buena) y el gracioso Paseo de la Fama de Melide, en el que al más puro estilo Hollywood le dedican una estrella a prohombres gallegos, estilo "concejal de no se qué", "gerente de tal o cual empresa" y demás cargos surrealistas.
Arrastrando los pies, sin sentir las piernas y psicológicamente cabreados y hasta los huevos, llegamos al albergue municipal de Melide, que tiene al menos 130 camas. Es decir: silencio y descanso, cero. En recepción te regalan muestras gratuitas de parches anti-ampollas de Compeed, y es que estos de marketing están listos porque las ponen en el mejor sitio.
Rezongando como Jesucristo en la Cruz, descubres que sigue el calvario: en el albergue, las literas están arriba, las duchas abajo. Subir las escaleras es un suplicio añadido; con decir que la gente las tenía que subir de lado, gimiendo y a velocidad de tortuga porque había huelga general de cuádriceps y abductores. No tuve fuerza física ni moral para ducharme inmediatamente, aunque estaba toda sudada, de la paliza que tenía en el cuerpo. Tuve que descansar un rato en horizontal antes de hacer acopio de ganas y valor para bajar las escaleras y enfrentarme a la ducha, porque sólo de pensar que tenía que levantar un pie para enjabonarme la pierna me ponía enferma.
Como una nonagenaria bajé a las duchas corridas y me duché con escaso alivio. Sacando fuerzas de flaqueza, además, lavé la ropa para el día siguiente. Aun me dio tiempo para descansar un poco más, intentar estirar los doloridos músculos y abroncar a un señor mayor de unas filas más allá que estaba hablando del perro de no sé qué familiar a un nivel de decibelios incompatible con el descanso de un peregrino medio muerto. Más disgusto: las pedorras gritonas están ahí. Recibí una mirada de aprobación del chiquito mediojipi de la litera de al lado, que hacía el Camino con la novia, pero de poco sirvió: la amonestación funcionó media hora, después el señor siguió parloteando con sus compañeras de viaje como si estuviera en la calle. Hubo gente más tarde que también intentó chistar pidiendo silencio, pero lo único que obtuvo fueron comentarios del estilo "¿Por qué me tengo que callar si son las siete de la tarde? Si al menos fueran las diez de la noche..." sin darse cuenta de que hay gente físicamente destrozada que quiere dormir, sobre todo guiris para los que las 7 de la tarde es una hora temprana pero decente para irse a dormir.
PREGUNTA DE TRIVIAL
¿De qué nacionalidad es el 100% de los peregrinos maleducados e insolidarios que parlotea en voz alta en la sala de literas y hace mucho ruido en vez de irse a las salas comunes destinadas a la interacción social, presentes en toooooodos los albergues?
Respuesta: En efecto.
Después de recuperarnos mínimamente y refrescarnos un poco, salimos arrastrando los pies a buscar esa enigmática y exitosa pulpería que daba buenas vibraciones, Casa Ezequiel. Es un tugurio familiar grande, ruidoso y mal decorado que vive de su espectacular pulpo a feira, sin lugar a dudas, el mejor pulpo que yo haya comido en mi vida, a años luz de cualquier otro que haya probado en cualquier otro restaurante gallego, en Galicia o fuera de ella. Un merecido homenaje (16 euros dos personas) después del agobio de la cuestecita de marras. El caso es que en la foto no parece nada particular (aparte de que yo soy más de pulpo con cachelos), pero creedme cuando digo que merece la pena hacer el Camino de Santiago única y exclusivamente por parar en Melide a comer pulpo en Ezequiel.
Y lo gracioso del caso es que viendo como lo preparaba la buena mujer no parecía que tuviera mucho secreto...
RECETA DEL PULPO A FEIRA DE "CASA EZEQUIEL"
Ingredientes:
-Un pulpo cocido en agua caliente sin que parezca importar mucho el tiempo que el pobre bicho lleva allí.
-Un bote de Cola-Cao vacío con agujeros gordos en la tapa (hechos con destornillador por lo menos) relleno de sal
-Otro bote de Cola-Cao idéntico al anterior, relleno de pimentón (dulce+picante)
-Aceite marca Uca (ni aceite de oliva extra virgen ni su puta madre).
Procedimiento:
Se agarra el pulpo, se corta en trozos a velocidad de vértigo con unas tijeras sin mucho esmero sobre un plato de madera mugrienta, se espolvorea por encima sin mucho control la sal y el pimentón y se echa un chorro de aceite Uca. Se clavan unos palillos baraturrios para poderlo comer y listo.
Resultado: el pulpo a feira más delicioso del mundo entero. Tal como os lo cuento. A lo mejor va a ser que el secreto está en el pimentón de baratillo y el aceite guarrero.
En fín. El caso es que espero que nos perdonen los puristas por acompañar el pulpo con vino tinto (asqueroso por cierto) en las cuncas (eeeehhh ¿veis cómo domino ya la cultura galega?), pero es que después del pulpo venía la terneraca y otras carnes y la verdad, ni se nos pasó por la cabeza pedir albariño...
Después de comer fuimos a visitar las principales atracciones de Melide, como la placita (Praza do Convento) en la que concurren el Museo da Terra de Melide (antiguo hospital de peregrinos); el Convento del Sancti Spiritus y su iglesia y el Ayuntamiento, muy en plan piedra santiaguera.
El altar de la Iglesia del Sancti Spiritus. Estuvimos husmeando...¿¿pero donde co***** ponían el sello?? Un chasco.
Frente a la Iglesia de San Roque, según subes por la calle principal, te encuentras el cruceiro más antiguo de toda Galicia, del siglo XIV (pero el más hermoso yo creo que es el de Lameiros).
Porque no me jodas que el Cristo no tiene cara de alelao, si parece que le están atracando.
Melide da la impresión de ser un pueblo más que decente pese a su miseria de 9000 habitantes escasos, y tiene oferta de restauración de sobra. Incluso tiene una calle llena de garitos y pubs para la gente que no esté muy cansada (había gente con ánimo para tomarse unas cervezas, como las tres cotorras, pero el albergue cierra a las 10 y necesitas que alguien te abra desde dentro si llegas más tarde). Nosotros cenamos en una pizzería y lo que sobró de la pizza nos los guardamos para desayunar al día siguiente.
Lo más parecido que hay en España a una ciudad de zombies debe ser Melide después del mediodía, con hordas de peregrinos reventados arrastrando las chancletas con el rostro demacrado, sientiendo lástima por los peregrinos rezagados que llegan por la tarde.
Pese al extremo cansancio, esa tarde aún la disfrutados. El infierno empezaría en la cuarta jornada...
CONTINUARÁ
Pero muller... ¡pones la foto del perro y no pones la del albergue de Carlos V y Felipe II!
ResponderEliminarEs que el albergue de Carlos V es una cuadra con un cartelito en la puerta y no me hizo gracia, el perro sí. Cosas de la fotógrafa. XDDDDDD
ResponderEliminar