24 de abril de 2006

Yo odio. En un mundo donde estás socialmente presionado a relacionarte con todo el mundo, escribir los plurales con arroba, vestir pijo y comprarte buenos coches, el odio es un valor desprestigiado, una palabra enmohecida, como el honor o la virtud (a la palabra Amor no le han salido hongos pero a su significado sí; convendría preguntarle al señor Hollywood).
Comúnmente se considera que el Odio es un defecto y no un sentimiento positivo, y que ha de ser evitado, o cuando menos, reconducido hacia sentimientos más constructivos o dilapidado bajo una capa de Perdón. No me opongo a ninguna de estas dos últimas válvulas de escape, que son síntoma de voluntades férreas y envidiables, pero sí a que es un defecto o un sentimiento negativo, o que hay que evitarlo. El Odio es como la ansiedad o la pulsión sexual; tiene una razón de ser, una causa, es un indicio y una señal de nuestro cuerpo que hay que atender. Más que un veneno, yo creo que el Odio es un emético, que te ayuda a vomitar un alimento que puede ser nocivo. Una persona o cosa en forma de alimento que has tenido que consumir y cuya digestión es imposible. Por lo tanto, expulsarlo es terapéutico.

¿Son feas las montañas, que surgen de los choques entre las tierras?
Desear el mal a quien te ha hecho daño me parece tan natural como tener simpatía hacia quien te comprende o amar a quien te ama. Incluso recomiendo esperar a experimentar el “odio a primera vista”, sin que haya mediado conocimiento profundo entre las dos personas. Odiar sólo con la vista, con las feromonas, devolvernos la animalidad. Y es gratificante sentarse a explorar esas emociones profundas, latinas.
El Odio es como el enamoramiento: a menudo se desvanece por sí solo y queda el desdén y la indiferencia, que son sentimientos tibios y pobres, una pálida sombra de lo que fueron, pero que están mejor aceptados socialmente. Sólo a veces el Odio perdura a lo largo del tiempo, aunque la rutina le haga perder su brillo natural y se empiece a dudar de su supervivencia.
Otras veces el Odio es como la pasión o como el fuego, y estas veces son las mejores, porque cuanto más te hierve la sangre, más te sientes vivo, y magnífico, y terrible, y sacas de su jaula todas las imaginaciones sórdidas que habías ido acumulando. ¡Y que novelesca coincidencia que de los más hondos amores surjan los odios más enconados! ¿Se necesita más demostración de que Odio y Amor son dos caras de la misma moneda?
Hay gente que no odia: ¡pobres afortunados! Les han hecho poco daño. Cuando a un perro le han dado palizas brutales en el pasado, y ve a una persona con un palo en la mano, pueden ocurrir dos cosas: que se achante, o que gruña. El que gruñe odia: es una cuestión de supervivencia, de defensa de la propia integridad. ¿Debemos achantarnos?
¿Y qué consuelo tienen las duras pruebas de la vida si no sacas de ellas el reconfortante caldo del Amor o el Odio, que te harán sobrellevar las nieves de la vejez?
¿Pero qué tienen que haberte hecho para odiar? Creo que no tiene mucho sentido formularse esa pregunta. Cada uno despierta sus pies con una música, sus suspiros con unos paisajes...Cada uno tiene una temperatura de ebullición de la sangre.
Sólo se pervierte el odio cuando la locura empuja a la mano y se traspasa la gruesa frontera entre la fantasía y la realidad: es la Vida y el Azar quien castiga a nuestros ofensores, no lo puede hacer nadie más. Imaginar es gratis, puede llevarse a cabo en el inodoro, pero ¿buscar Venganza? La Venganza es un trasto tan inútil, que decían los Héroes...

Y si la Venganza viene a nosotros, como la montaña a Mahoma, ¿debemos desempolvar el antiguo Odio y ejecutarla, o intentar llegar a ese esquivo orgasmo del Perdón? Yo defiendo la libertad de los sentimientos y la infalibilidad de los instintos. Si hace buen tiempo no me importa tomarme los platos fríos.

2 comentarios:

  1. Sobre el odio a primera vista, una de las cosas más terribles que pueden pasar es que se te cruce la gente por delante cuando vas caminando. Y una cosa todavía peor, que la gente que camina lo haga ocupando todo el acera (por ir en grupo, por ejemplo) y vayan lo suficientemente lentos para que tengas que frenarte justo detrás de ellos; o que se queden a hablar con los carritos al lado mientras tú sorteas los obstáculos para seguir tu camino.

    En esos momentos es cuando el odio a primera vista surge de mi interior.

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  2. Rabia ... el odio es un mero recuerdo, ya sea inmediato o lejano, de un momento de rabia. Si, somos animales, pero vivimos en este gran zoo que llamamos sociedad donde nuestra animalidad deja paso a nuestra personalidad.

    Todos sentimos rabia, que da paso al odio y también pasión, que da paso al amor, pero así como la rabia o la pasión son instintos animales, el odio y el amor son sentimientos y como animales humanos tenemos la capacidad de controlarlos. Depende de cada cual ejercer ese control en mayor o menor medida, según su madurez como persona le permita ... las rabietas solo dejan patente nuestra inmadurez: externamente a los demás o internamente a nosotros mismos.

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