24 de abril de 2007

Yo no voy por ahí enamorándome de los guiris

"LLEGADA A KENIA". Un esplendoroso aire tropical nos recibe a nuestra llegada al aeropuerto de Mombasa, y allí mismo lo presiento y lo noto ya: este es mi país, aquí me sentiré a gusto. Pero, por lo visto, solo yo me muestro receptiva al aura que nos envuelve, pues Marco, mi novio, exclama sin eufemismos:-"Aquí huele que apesta".

Este es el primer párrafo del librito en cuestión, en el que ya se pone de manifiesto que
a) La autora va al grano y tiene menos estilo literario que una patata frita
b) A la traductora hay que colgarla de los pulgares

c) De olores y feromonas va el asunto
d) La tipa ya era rarita desde que llegó a Kenia

e) Todas las anteriores.

Pero de todos modos, ¿a que es toda una promesa de jugoa historia en unas pocas líneas? Lástima que la historia esté narrada en plan diario resumido, con gelidez invernal, y como veis los capítulos están titulados para subnormales. ¿El capítulo de la llegada a Kenia? pues se titula "Llegada a Kenia", para qué nos vamos a molestar más.
Pero en fin. El caso es que hay tal ausencia de descripciones, detalles, sentimientos y reflexiones que el libro se lee rapidísimo, la historia avanza cagando leches y engancha. Ayuda mucho a comprender cosas que quedan deslabazadas en la película, como por ejemplo, el momento en el que están a punto de meterse en un lío por intentar comprar costo... Que a quién se le ocurre. Tal como yo deseaba, estoy empezando a leer detalles jugosos importantes para entender la historia. Por ejemplo, y para que veais qué memoria y que pifia la mía...¡¡la tipa es SUIZA, no SUECA!! Juaaaaaaaaaaas, y se le quitan a uno las ganas de ir a Suiza, vaya tiparraca, como sean todas así me mondo. Como era de preveer, es incapaz de dar una explicación medianamente lógica de su comportamiento: ella se enamora por olores, por el poder de las hormonas, y reconoce que le da un nosequé que quéseyo irracional, pero aún así desoye toda advertencia y comete la locura, aunque las experiencias desde el principio son malas.
Otra cosa curiosa es que, pese a que en la primera línea hable de novio, el tal Marco es un novio-amigo por el que demuestra bastante desapego, aparte de que se pelean durante el viaje y están de morros todo el capítulo. Normal que le de el bote sin pensárselo dos veces (y el tal arco tampoco es que insista mucho). Vaya tela. Y lo más curioso es que el tal Marco estaba celoso de lo que que ganaba ella en la tienda. Vamos, que no hay que irse a Kenia para encontrar machismo, que repelentes hay en todos lados.

Otra cosa sorprendente es que la tipa no sabe inglés. ¡Alucinante! Ni media palabra. Y claro, todos sus encuentros con el maromo son de estarse sin hablar y comunicarse con gestos. Lo que faltaba. Lo que le atrae del maromo, aparte de su majestuosidad, es que es muy alto y huele bien (ella mide metro ochenta), y se pasa los primeros capítulos buscándole como loca, moviendo cielo y tierra para encontrarle...¡¡después de que le metan en chirona por haberse peleado con unos que se burlaban de él!! En fín, es difícil sentir empatía por una chica que explica las cosas con tan poca sensibilidad.
Sus encuentros sexuales son pésimos, a los masai les asquea besar, todo es peor de lo esperado. Muchos polvos, pero malos, y además los masai te dejan pringada de color rojo cuando acaban. Además te tienes que tomar la píldora. El choque cultural es brutal. Los hombres masai se van cuando quieren y las mujeres no pueden preguntar ni a dónde van, ni cuánto van a tardar. Está prohibido preguntarlo. Así que las preocupaciones por su ausencia son una constante. Y peor que el mal sexo es no poder convivir con el masai, puesto que un hombre masai no puede comer con las mujeres, dado que no pueden probar toda comida que haya sido tocada o mirada por una mujer: da mala suerte. Además, los hombres no pueden tocar a las mujeres de cintura para abajo, y las mujeres no pueden tocar la cara, el cabello ni el sexo de los hombres. Toda la sexualidad occidental, al garete. Pero aún así, la tipa lo deja todo por él, aunque toda imagen de convivencia romántica se sepa imposible desde el principio.

Otra escena curiosa del libro es que el masai se asquea cuando ella prepara unos espaguetis con tomate porque le parecen gusanos con sangre...Curioso en una persona que bebe sangre y usa el té con cantidades ingentes de azúcar como sustituto de comida.
Pese a todo, el masai es algo simpático, detallista a veces, y cuando vuelve de sus correrías siempre dice "hello!!", como cierto concursante marica de Gran Hermano.
Y en fin, no he leído mucho más; de momento todo es como una ampliación de lo que se explica en la película. Pese a todas las voces desaprobatorias, la suiza decide quedarse, porque su cuerpo la obliga. La majestuosidad del masai (sólo del suyo) la tiene subyugada y anula todas las incomodidades y tristezas.

Sé lo que es ver a alguien majestuoso de otra cultura. Cuando me dio la vena de ir a una conferencia de la Asociación de Amigos de Tabelot, conocí a un Tuareg auténtico y genuíno, Ibrahim. Llegué tarde porque salía de danza pero sólo con verle detrás de la mesa mientras me sentaba rápido, ya noté que era una figura imponente y em qudé admirada. La palabra majestuoso le cuadraba como un guante. Tenía una apostura regia, que yo creo que era debida por un lado al exotismo de la vestimenta, y por otro, a la ausencia de gestos superfluos. Se sentaba derecho y erguido, muy digno, y sólo movía las manos cuando hablaba; después se quedaba quieto y serio mientras su acompañante traducía del francés. Las manos eran preciosas, muy masculinas el porte era masculino a pesar de la ropa. Ibrahim era un mercader, no un rey ni un señor, era un simple habitante del desierto, pero tenía una solemnidad innata. Era alto, tan negro que no se le veía la cara, no guapo pero atractivo en su exotismo, y vestía túnicas superpuestas de blanco resplandeciente, azul celeste y violeta, y un turbante blanco perfectamente enrollado. Las ropas eran sencillas pero no austeras, y más elegantes que un esmóquin. Sólo un hombre con tanta dignidad de porte podía llevar esos colores sin parecer ridículo. Y en el trato, era muy amable, cortés y educado, y contaba con humildad las anécdotas y los problemas de su pueblo. Daban auténticas ganas de hacerte amiga suya, de que te explicara más anécdotas de su vida y su contacto con Occidente, y de volverle a ver. ¡Pero no por eso se me iba a hacer el chichi agua! Se le da la gracias, se le compra algo de bisutería artesana (o no) y se va una a su casa con el maromo que habla en cristiano y al que le puedes dar con el rodillo en la cabeza si llega tarde. Eso es lo más sabio, pienso yo; la admiración ya la has sentido, no hace falta que arruines tu vida por follar.

2 comentarios:

  1. Curiosa película/libro (¿título? me ahorrarás cometer un error)... no pueden hablar, no pueden vivir juntos, el sexo es fatal y sin embargo ella abandona su mundo por él... para que luego digan de la liberación de la mujer, a la protagonista le presentan al conde Lequio (que de majestuoso tiene un rato :D) y secuestra un avión por él.

    En cuanto a lo del tuareg... tendrías que ver a mi tío Evaristo vestido con traje regional y montera picona, eso es exotismo en estado puro, desde la mirada estrábica por los litros de sidra a las piernas torcidas de monar a lomos del burro durante años... pura poesía.

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