8 de junio de 2008

Os he tenido muy mal informados de los últimos acontecimientos de mi vida. Me falta tiempo y ganas para escribir paranoias, salvo las puntuales. Un blog siempre es un drenaje para una herida que supura y mi herida infernal quedó a 700 kilómetros. Pero aprovechando una tarde de domingo en la que debería estar currando y para variar no tengo ganas, voy a daros algunos detalles sobre mi vida actual.

El Hospi
Hay gente que se congratula de ser de L'Hospi y yo trabajo en un Hospi. Lo único bueno que tiene es que la comida es gratis. Es un hospital universitario público al que tuvieron que cambiar el nombre, añadiendo un "2" a los carteles. No os recomiendo que vayáis. Es feo, deshumanizado e inhóspito. Debido a su localización, buena parte de los pacientes y visitantes son gentuza. Drogadictos y borrachos que van a urgencias arrastrados por buena gente, yonkarras, mendigos rescatando colillas a medio fumar del cenicero de la entrada, gitanas obesas de mala catadura de estas que si las miras más de lo debido por la calle te pueden armar un pollo, gitanas borrachas en el materno-infantil hablando solas y soltando tacos a grito pelao...
Las historietas de pacientes con grave falta de higiene y educación son tan numerosas como las historietas de anestesistas ineptos, residentes gilipollas y jefazos engreídos. Pedantes bocazas que no saben que ir al comedor con la bata y los zuecos es una falta de higiene médica y que intentan presumir de lo mucho que saben pero nunca de lo amables que son los pacientes, son habituales.
El comedor del personal está en un sótano, al lado de los laboratorios de anatomía patológica, con lo cual el hedor a alcoholes es asfixiante y asqueroso.
Camillas llevando a enfermos graves acompañados de familiares entristecidos se cruzan en el pasillo con residentes juergueros y personal charlando alegremente, sin que a nadie salvo a mí le parezca indignante.

Muchos departamentos y consultas se realizan en salas que están en sótanos, con pasillos salidos de una novela de Stephen King, mal señalizados y completamente angustiosos.
Si ya de por sí no os gustan los hospitales, no os gustará ese. Eso sí, en los parterres hay plantados tomates y sandías.

El barrio

Mi barrio está poblado por jubilados, gitanos y mormones. Ir a comprar al LIDL por la tarde es una experiencia traumática, porque en las colas se recogen algunos de los peores especímenes de la humanidad. Señoras mayores con una total falta de modales, vecinos tocacojones que siempre llevan la contraria en las reuniones de la comunidad, familias gitanas que dan miedito, jovenzuelas llevando criajos de dudosa higiene y una pareja de deficientes mentales que no sabe muy bien lo que es respetar los turnos.
Las cajeras apenas son amable a esas horas, salvo cuando un germánico supervisor las amonesta agriamente, obligándolas a sonreir a los clientes. Encontrar un cartón de huevos sin ninguno roto, imposible.

Inquietantes chinos se hacen con el control de los bajos y lo mismo te plantan un todo a cien clónico que una frutería.

Bandas de adolescentes en celo a apoderan de los bancos y hacen malignidades.

Vecinas de arriba con contumbres decibélicas antisociales y precario equilibrio mental.


Las plantas

Tener un LIDL cerca es una maldición egipcia. Llevo 4 gerberas, 6 cactus, 2 rosales, 3 potos, 4 fúcsias,2 claveles, 2 crisantemos, 1 calancoe, 1 gardenia, 2 geranios, 1 bambú, 1 planta carnívora, 1 helecho, 1 espatifilo, 1 ciclamen, 2 begonias, 2 cintas, 2 macetas de albahaca y 1 de perejil, y 1 bonsai. Sin contar las 2 azaleas y el cocotero, ellas moribundas y él muerto.
También adopté una malva de un parterre antes de que el jardinero la arrancara y la tirara.
Y las que caerán. No está mal para alguien que no tiene balcón ni terraza.
Los mosquitos me invaden.


Por el momento estáis servidos. Si tenéis alguna pregunta...

2 de junio de 2008

¿Científicos? NO, periodistas al pilón

Hace poco publicaron un artículo en el 20minutos ( y reproducido en mil sitios más) que sabía que requería un comentario por mi parte. La falta de calidad periodística del 20minutos es proverbial, pero algo de razón tienen.

La queja habitual de los jóvenes científicos con más dignidad y ética personal suele ser que les gustaría un trabajo en el que "sólo se retocaran las fotos de las vacaciones y las estadísticas te las creyeras". Y es que, en efecto, marear los datos para que las estadísticas salgan significativas y maquillar las imágenes con el Photoshop es moneda corriente. Pero normalmente no es nada serio: eliminar todo aquello que te desvía la estadística e interpretarlas torticeramente con total descaro, ver significación donde no la hay, y marear las imágenes recortándolas para quitarles la parte fea y modificar el brillo y el contraste. Nada de eso despista a los científicos lectores, que ya sabemos que lo normal es vender un poco la moto en los papers, y compensarlo mostrándonos un poco autocríticos en la última parte de la discusión.

En los artículos se publica lo que sale o sale a medias, lo que sale mal se oculta, pero nadie tiene la culpa de que en el mundo se haya impuesto (y se siga imponiendo cada vez con más fervor) el modelo de ciencia estadounidense: hipercompetitivo, en la que sólo se consideran los resultados positivos, basados en mil y un estadísticos incomprensibles, basado en el índice de impacto de las publicaciones y en el que la gente si quiere mantener su puesto de trabajo tiene que vender a su madre con tal de publicar un paper.Y aunque los jóvenes científicos siempre se quejan de esa hipercompetitividad, que además pasa por la movilidad (mareando de país en país al pobre post-doc e impidiendo que pueda tener una vida familiar estable), y empiezan a salir voces críticas sobre lo férreo e injusto que es el sistema de índices de impacto, o la cantidad de información interesante que se pierde si no se dejan publicar los resultados negativos, lo normal es que ese modelo siga en vigencia.

La presión por publicar mucho y rápido tiene una consecuencia: el aumento del fraude. Fraude que si es de poca monta no tiene demasiada gravedad y que si tiene mucho alcance se acaba descubriendo o es contrarrestado con publicaciones sinceras en sentido contrario, pero que existe y es mayor en las revistas de más alcance, donde quieren publicar los más arribistas. Los intereses farmacéticos también crean muchos monstruos y resultados que no se cree ni su abuela, pero es que cuando la línea de investigación depende de los resultados positivos es normal que esos resultados siempre sean sospechosamente positivos y estupendos. De todas maneras esos grandes fraudes siempre son una minoría frente a la inmensa cantidad de artículos más o menos decentes, así que no debe cundir el pánico. Noticias tan torticeras como la del 20minutos lo único que crean es aún más desconfianza en la ignorante población, que se cree a pies juntillas cualquier chorrada que diga Txumari Alfaro o Greenpeace pero que desconfia de la bondad del ámbito científico serio. Gracias por la ayuda, hombre.

Otra autocrítica frecuente de los científicos es el disfuncional sistema del peer review, que para algunos es la marca indispensable de calidad de una publicación científica seria pero que para otros es una pequeña tomadura de pelo, pues es un sistema en el que un par de científicos de tu ámbito, saturados de trabajo y sin intereses económicos al respecto, no siempre con demasiada idea del contenido del artículo y que a menudo son conocidos o amigos (o peor aún, enemigos acérrimos o competidores), se leen en diagonal tu artículo y te hacen un par de observaciones críticas ( o te lo rechazan aunque esté perfecto). Los pésimos papers que a veces te llevas a los ojos son ejemplo de que algunos referees no hacen nada bien su trabajo, por dejar pasar semejante mediocridad. Aquí teneis otras críticas importantes al respecto.

Y sin embargo, pese a todas esas deficiencias el sistema peer review es necesario para que no publique todo quisqui sus salidas de olla, y que en las revistas serias se publiquen los trabajos de muy alta calidad (y algún que otro fraude bien colado). Que alguien en algún lugar hace bien las cosas es evidente, porque la ciencia avanza que es una barbaridad, pese a todo y pese a todos, ¿o no?