Tengo el blog anticuado y hecho un bebedero de patos, y San Gúguel no me ha ayudado a buscar una entrada enterior, pero creedme cuando os digo que yo había iniciado con todos los papeles en regla el procedimiento de solicitud de cancelación de datos de mi partida de bautismo, lo que se conoce (o si no se conoce lo conozco así yo) como "apostasía en condiciones". Pero como es sabido que en este país las togas y las sotanas son del mismo color, al Tribunal Supremo de le puso en los cojones que todos tenemos que seguir chupándosela a la Santa Iglesia Católica, y que puede manejar datos como le salga de los mismísimos y negar a los apóstatas el derecho constitucional de decidir su propia creencia religiosa en base a retorcidas argumentaciones. Perdonad que me ponga bajuna pero es que a veces me dan ramalazos del Síndrome de Belén Esteban, una grave enfermedad crónica y degenerativa que ya os explicaré en detalle en otra ocasión.
Como los recursos que va a llevar a cabo la Agencia Española de Protección de Datos van para largo y en realidad yo soy una apóstata civilizada, me conformo con la famosa anotación marginal en mi partida de bautismo, no hace falta que me borren los datos si la cosa se pone tan cuesta arriba. Da rabia porque eso significa plegarse a lo que decidan los tribunales eclesiásticos y no los civiles como debería ser, pero me corre cierta prisa la apostasía.
Así que he puesto manos a la obra en mis ratejos libres.
Resulta que llamé hace unos días a la parroquia donde me bautizaron y se puso una señora muy paleta, que debía ser la señora de la limpieza o alguna beata que como no tiene edad para muñecas se dedica a vestir santos y ayudar en la Iglesia, y conseguí que me entendiera que deseo la partida de bautismo. No me hace muchas preguntas pero por más que pega algún grito llamando a alguien en plan pueblerino, ella no me puede dar lo que deseo, y me aconseja que llame por la mañana pronto o por la tarde preguntando por el padre X (que por el nombre debe ser un panchito, o catalán, o guiri), que es el que se encarga de enviar las partidas por correo o por e-mail (????? qué modelnos).
Pasan unos días atareados hasta que esta tarde, aprovechando que no queda nadie en el curro, llamo otra vez para intentar localizar al padre X. Entonces ocurre la conversación de besugos que quiero relatar.
No se pone el padre X, sino otro hombre mayor con voz de cura de pueblo. Una auténtica voz de pariente de Paco Martínez Soria con sotana hasta los pies y boina y expresiones pueblerinas la mar de graciosas pero poco prácticas. Me dice que a lo mejor me puede ayudar él.
Le pido la partida de bautismo y me pide los datos, nombre, fecha de nacimiento y dirección.
Cuando le digo el pueblo, empiezan los problemas, porque ese pueblo (le tengo que proporcionar otras localidades próximas más populares porque no tiene ni guarra idea de por dónde cae) no pertenece a la Diócesis de los Madriles, sino a la de Getafe.
Y que para qué es la partida de bautismo.
Y ahí me corto un poco y cometo la misma mentirijilla que la mayoría de apóstatas en estos casos, que es decir que la quiero por matrimonio, no por apostatar (para evitarnos una negativa, que nos cuelguen el teléfono, que nos echen la charleta, que nos amenacen con el infierno, etc).
Siguen los problemas. Porque claro, que la caducidad de la partida es de 6 meses, que cuándo nos vamos a casar. Que si es en primavera imposible, que llame en enero. Que dónde nos vamos a casar, y le digo que lo estamos mirando. Que no se qué follones sobre la legalización, que cuesta 10 o 15 euros y que es necesaria si tengo que a Getafe a decir que me cambien de Diócesis o yo que sé. Que la partida me la envía contrarrembolso pero que no se qué gastos (einnnn??? pero no era gratis??? no era ilegal que te pidieran dinero???).
La cosa de las diócesis se empieza a poner chunga y le confieso que no es que viva donde le he dicho, que es que me voy a mudar, pero que sigo estando censada en los Madriles, por si se puede hacer la triquiñuela de evitarme la legalización por cambio de diócesis.
Ahí el buen hombre ve el cielo abierto, pero me pregunta que dónde vive el novio.
Y yo: "pues en el mismo sitio que yo".
Al hombre se le cortocircuita el cerebro.
"No, no, qué cual es la ciudad del novio".
"Pues la misma que la mía, vivimos en el mismo sitio".
"¿Cómo que en el mismo sitio? ¿Pero dónde vive él?"
"Pues en mi casa, vive conmigo"
Tras insistirle un poco más sobre las leyes físicas que permiten que dos personas compartan casi idénticas coordenadas espaciales, al fín se cosca del percal.
"Ay, madre, madre, que vivís juntos, bueno bueno..." (y poco menos que lo noto santigüándose al otro lado del teléfono). Siglo XXI forever, y tal.
Entonces me empieza a preguntar, dado que esa circunstancia pecaminosa nuestra no le ha gustado un pelo, que dónde viven los padres del novio, y empieza a hacer cábalas de que si yo soy de Madrid y ellos de Fuencarral bla bla bla. Que hay que tener en cuenta las charlas prematrimoniales y bla bla bla, en fin, digno de Gila recién levantado.
Pero que no hay nada que hablar, que llame en enero para que no me caduque la partida.
Ahora la he cagado con todo el equipo. Yo que me esperaba una cosa sencillita, sin preguntas, y gratuita, y esto es un eslálon. Quizás si hubiera dicho desde el principio que era para una apostasía me hubiera evitado lios de diócesis. Si me renuevo el censo y ya no vivo formalmente en Madrid, la cosa se puede complicar. Quizás me toque ir al quinto pino a buscar físicamente el dichoso papel. Y a encarar la bronca, claro. O pagar más.
Porque ese Paco Martínez Soria de todo a cien tenía toda la pinta de darme largas en el tema de la apostasía, o colgarme el teléfono. Mucho paleto y lo que queráis pero parece un huso duro de roer.
Ahora tengo que dejar pasar el tiempo para que no se acuerde de mí o intentar contactar con el padre X, que no me conoce, para pedirle otra vez la partida y esta vez con la verdad por delante, estando preparada para que se resistan cual culebra aceitosa e intenten aturdirme con sus argumentos del siglo XIII o con cualquier complicación logística ante la cual yo no pueda reaccionar. ¿Me tendré que poner farruca, amenazarles con boicotearles una misa para que me excomulguen, decirles que pienso llamar a los de la tele para que les saquen por bordes?
Poco acostumbrada está esta gente a pensar que cuanto más difíciles pongan las cosas, más consiguen que la gente se enrabiete y luche más por conseguir lo que está en su derecho de exigir.
jajaja curas for the win
ResponderEliminarBueno, toma: http://prisionerosdeangainor.blogspot.com/2008/11/viaje-la-apostasa.html