28 de febrero de 2007

La Masai Blanca , destripada (II)

Bien, pues para que no os vayáis a dormir hoy con el reconcome, escribo un trozo más de la emotiva historia de la sueca calenturienta con poco sentido común, que lo dejó todo por un negrazo muy friki. En contra de lo que pudiera parecer por el inicio de la película, no es una película morbosa ni erótica, todo se refleja con total naturalidad, así que no penséis mal de ella, aunque ahora es cuando empezarán a suceder las cosas chungas...

Nos habíamos quedado en que la sueca conoce a la suegra y se mete a vivir con su nueva familia, durmiendo en el puto suelo con todos los bichos. A la mañana siguiente, descubre una cosa que demuestra también que todas las razas humanas partimos del mismo tronco y que en el fondo todos los seres humanos compartimos los rasgos culturales principales. No sólo es que los amigos feos siempre se queden a dos velas si no que...¡¡¡los hombres se van y nunca llaman!!! Porque lo que le ocurre a la protagonista es que se levanta, sale de la choza, ¡¡y su amado guía en este mundo nuevo se ha pirado sin decir adónde!! Algo que las mujeres no podemos soportar, que los tíos se piren sin decir nada, que no nos tengan informadas de lo que hacen. Vamos, que da igual que estés con un sueco que con un samburu, son todos igual de desconsiderados e irritantes, no se acuerdan de llamar.
Total que la tía empieza a buscarlo y se lo encuentra degollando una vaca y bebiendo la sangre del cuello.
a) Me gustaría asistir a un enfrentamiento guerrero masai vs. animalista vegano.
b)Si la sueca fuera española, le enseñaría a hacer morcillas.
c) Por la cara de asco que pone la sueca, se nota que no ha visto muchos documentales.
El caso es que el maromo la ve y la echa con la mano. Así que el primer día en el poblado la tía lo pasa más sola que sola, hasta que por la noche lo ve volver sonriente. Lo que pasa es que los hombres samburus son de poco hablar. Como no les ocurre nada en la oficina...Encima ella, que lleva todo el día esperándole con el calentón, se le arrima mimosona, pero ¡¡menudos son los masais!! El tío se gira de espaldas, demostrando que aquí el que decide cuándo y cómo se chusca es él. Y es que la vida en pareja tiene estas cosas, en Kenia y en Chiquidistán.

A la mañana siguiente, nuestra sufrida protagonista se ve despertada por una PUTA cabra que se ha metido en casa. Esto me hizo mucha gracia porque me recuerda a mis noches en el pueblo, agobiada entre ronquidos, balidos, graznidos, aullidos, rebuznos, ladridos, quiquiriquís y ruidistos animales varios. Pero no pasa nada porque ahí tenemos a nuestro gran hombre ofreciéndole para desayunar...¡¡una estupenda pata de cabra asada requemada y reseca!! Y ahí es donde la sueca empieza a entender en profundidad el significado del refrán castellano "a buen hambre no hay pan duro".

Después, para variar, el tío vuelve a desaparecer, pero menos mal que los niños de la aldea atienden a la prota y la llevan al charco rodeado de espinos donde se bañan los hombres, así en pelotinguins en plan gayer. Ahí es donde la sueca dice "tate, esto ya me suena más, esto es rollo hippie, ahora me despeloto y me baño en el charco de al lado porque África es súper naturista que te cagas", pero claro, empieza a desvestirse y el maromo corre a llevársela de allí hasta otro charco escondido, y se pone a espantar a pedradas a la chiquillería del pueblo, que está muy quemada (los chavales son mirones en cualquier lado del orbe, como veis). Allí la tía puede por fin poner a remojo toda la mugre que llevaba acumulando y hasta le pide al maromo que la ayude con el champú (que ahí es donde el machista samburu descubre otra de las sutilezas eróticas de la cultura occidental). Y es que la protagonista siempre hace lo mismo: intenta cambiar al masai en lo superficial pero en lo importante, por ejemplo, en hacer morcillas en vez de beber sangre cruda, que es una falta de higiene, no le pone reparos.

Total, que esto del frotamiento de cabeza vuelve berraco a cualquiera y acaban los dos en la choza en pleno calentón. Y claro, el tío va directo al perrito, pero la tía le frena y le empieza a besar despacio la cara y a enseñarle lo del juego previo. Y por una vez no se muestra nada más en la peli, pero por el rostro radiante de la tía en las tomas siguientes ya se supone que la cosa ha ido mejor que la primera vez.

En esto que por allí resulta que hay una parroquia y la tía va tope entusiasmada a hablar con el cura, en plan pelota querido vecino cómo estás, qué tal si me llevas en coche a la ciudad. Pero el cura, que es un blanco llamado Padre Bernardo, y que no se dedica a nada productivo en toda la peli salvo en llevar enfermos al hospital, es súper borde y la dice que si vino en el coche de San Fernando, puede ir a la ciudad de la misma manera. Derrochando simpatía.

En la escena siguiente, el jefe de la región, que es un negro gordo vestido de militar con pinta de cacique corrupto, le pide los papeles a la tía y le dice que de turista nada, que o se casa o se saca los papeles de residente. Así que se va la parejita a Nairobi a hacerle los papeles a la sueca. Ironías del inmigrante. El caso es que en el hotel a la tía le da un tabardillo. ¿Embarazo? ¿Bajón de azúcar? NOOO. No hay película de guiri en África que no acabe en malaria.
El caso es que a que no sabéis qué hace el samburu en Nairobi. En efecto. Pirarse sin decir nada y dejar a la otra histérica esperándole. Pero cuando vuelve el maromo, en vez de darle un sartenazo (o su equivalente hotelero) en la cabeza, le abraza, y es que dando tanta manga ancha ya se sabe que la cosa no puede acabar bien. Además el tío ha ido a buscar comida, entre otras cosas unos hierbajos asquerosos equivalentes al café. Y es que el samburu hace una excepción con la blanca y puede comer con ella en la misma mesa, porque "las blancas son diferentes". Que menos mal.

Total, que van a la oficina de inmigración y al samburu le dicen que no le dejan entrar armado, porque el tío entre lanzas, machetes y demás, lleva una ferretería encima. A lo que el samburu contesta indignado que él es un guerrero y que no se va a quedar desarmado como un perro. Que si os fijáis es lo mismo que dice Gimli antes de entrar en la fortaleza de los Rohirrim. Y es que todos los seres humanoides, de fantasía o ficción, somos iguales.

Con papeles o sin ellos, de vuelta al hotel el tío demuestra que ha aprendido bien la lección de besar a la churri lentamente y se esfuerza más, con gran contento por parte de la tía, que disfruta más en plan rollo misionero o poniéndose encima. El tío la dice "me has embrujado", así que mal las lecciones tampoco le deben haber venido. Total, que la tía al fín disfruta de tener un novio negro y suelta unos gritos en los orgasmos del copón, tanto, que el tio le pregunta que si la ha hecho daño, y ella dice que no, que todo lo contrario. Y él responde enigmáticamente: "ahora tendrás un bebé". ¿Sabrán algo los samburus sobre la anticoncepción que nosotros no sepamos?

El caso es que la tía se desmaya en serio otra noche. Blanco, en botella, y con fiebre, malaria.Y el guerrero se tiene que quedar cuidándola cariñosamente día a día hasta que se le ocurre darle quinina de una puta vez y la tía se cura (es la única referencia en toda la película a las enfermedades y parasitosis que debió de pillar la tía en realidad, pero bueno, nos hacemos cargo).

Otro día gastado en Nairobi, vemos al guerrero con vaqueros y camisa hawayana para hacer la gracia (le queda mejor la faldita, no es por nada), demostrando que no sólo se acerca a la cultura occidental bebiendo coca-cola. La tía llama a su madre para que también la vaya arreglando papeles y demás, porque quiere vender la tienda de ropa que tenía en Suecia. También tiene lugar la primera escena de celos: como la tía se muestra simpática con un taquillero, el samburu se piensa que hay algo más. La cosa no ha hecho nada más que empezar, porque ahí sí que se pondrá de manifiesto el auténtico machismo.

Y como aún les sobra tiempo y todo, la tía va y se compra una furgoneta (lo de furgoneta es un eufemismo), y de paso se encuentran al borde del Padre Bernardo, que critica la mmmmmmierda furgoneta que se ha comprado. Pero la tía lo manda a pastar.

Lo malo de tener vehículo en esa zona es que te toca hacer de autobusero de to quisqui, y en esta ocasión la pareja se vuelve a la aldea con un grupo de mujeres montadas atrás. En esto que las mujeres se empiezan a descojonar de que conduzca la mujer y el samburu se pica, así que insiste en conducir él. Ella accede con dudas, porque el tío en 2 minutos casi se carga el embrague y la caja de cambios. Además le da a la zapatilla pero bien y acaban estampados contra un arbolito porque el tío no sabe frenar. La sueca se pone echa un basilisco y el samburu, humillado por recibir una regañina de una mujer delante de otras mujeres, se baja y se marcha andando. Y la sueca al final acaba teniendo que pedirle perdón mil veces para que la perdone. Y la sueca reflexiona en la voz en off : "algunas cosas eran más difíciles que el besar..." Manda huevos.

En fín. Como era de prever, la sueca tiene que volver a Suecia a arreglar papeles y despedirse de su familia; además tiene que vender la tienda para poder casarse después con el samburu, que es un chico muy formal aunque no regale anillos. Así que después de jurarle y perjurarle que volverá, la vemos en la nevada Suecia, donde las casas son de ladrillos y la gente come en mesas con mantel. En esa mesa llena de comodidades y lujos, la tensión con la familia se puede cortar con un cuchillo. Nadie se atreve a preguntar nada. Y cuando ella anuncia que se casa, su madre cambia de tema. Y es que con tan mal rollo familiar, quién no prefiere irse a pillar fiebres a Kenia. Porque ya me diréis si una madre con sangre en las venas, al saber que su hija se va con un masai, no hubiera viajado en persona a Kenia para quitarle esa idea de la cabeza, o por lo menos para ver en qué condiciones iba a vivir. Pero estos suecos tienen horchata en las venas. Encima desde la tienda la piba ve a su ex besándose con otra, y entonces cualquier duda que pudiera tener sobre lo que iba a hacer se ve despejada, y toma una decisión definitiva.

El reencuentro con el chorbo es digno de una película de Meg Ryan. Además los regalos que trae para la aldea triunfan un huevo: mantas de cuadros, muñecas negras, mecheros (????) y el más original: ¡¡¡un cencerro tradicional sueco!!! (que parece una gilipollez pero que después es importante para la historia).

Y a continuación se celebra la boda, con vestido blanco con velo incluído y degollamiento de vaca ritual, y en la que se ve que en todos los lugares del planeta, las bodas son iguales: los invitados se lo pasan mucho mejor que los novios. Encima, aguantando la premoniciones del cenizo Padre Bernardo: "para los samburus, el blanco es señal de pureza, pero también es señal de desastre en la noche..."

TACHÁAN. Y aquí lo dejo, ahora empezará lo chungo. ¿Sabreís resistir la intriga hasta que lo escriba?

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