4 de marzo de 2007

La Masai Blanca, destripada (y III)

Pues para acabar pronto con esta tortura, voy a relatar la última y trepidante parte de la película La Masai Blanca, esa gran obra del cine contemporáneo, para no dejaros más con la intriga y porque me interesan mucho vuestras opiniones globales.

Nos habíamos quedado en que la protagonista ya estaba casada y bien casada (aunque sin papeles oficiales, por lo que se vea), entre otras cosas porque en Suecia no tenía alternativas mejores. Curiosamente sobre la luna de miel no se comenta nada pero espero que follaran mucho para compensar lo que vienen después.

Después de la boda se nos muestra a la protagonista caminando por la aldea y como no podía ser de otra manera (ya estaba tardando), se topa con un grupo de mujeres que se disponen a realizar la ablación a una chica de 15 años. Con una cuchilla Gilette nuevecita, ¿eh?, que se note el presupuesto. Y claro, se lleva las manos a la cabeza y se va corriendo a buscar al maromo para que haga algo. La reacción del maromo es la prevista: pasividad total, y que lo encuentra muy normal porque es algo necesario para que la chica se pueda casar. Fin del tratamiento sobre la ablación en la película, no se vuelve a hablar del tema más. Decepcionante, ¿verdad? ¿Se reflejará en el libro algo más, como por ejemplo, qué consideración merece una mujer no ablacionada, aunque sea blanca? Nos quedamos sin saberlo. El caso es que la sueca le habla a Bernardo del tema y le pregunta que qué puede hacer, o que por qué él no ha hecho nada en el tiempo que lleva allí. A lo que cura responde que él se desentiende, que lleva 20 años intentando convencerles de cosas y que si quieres arroz Zoraida, que no se les pueden imponer las cosas. A lo que yo me pregunto a qué narices se dedica el padre Bernardo entonces y qué logros ha conseguido en esos 20 años que lleva allí.

En una fiesta posterior en casa de Elisabeth (la ama de casa blanca del pueblo grande cercano, ya sabéis), nos encontramos a una sueca muy ojerosa y con mal aspecto, visiblemente agobiada y con menos pájaros en la cabeza que en su primera conversación con Elisabeth. Eso sí, nos anuncia que está embarazada de 4 meses, que es lo menos malo que te puede ocurrir en África cuando follas sin condón. Y además, que tiene intención de abrir una tienda de comestibles en la aldea. Porque si los hombres se ocupan de las cabras y se vive en una choza nauseabunda sin cama, ya me contarás a qué dedicas todo el día. A frgar los platos no. Elisabeth lo aprueba, pero su primera pregunta es…¿y el costillo te va a dejar? Porque ya se barrunta el mal rollito…

Y es que evidentemente la idea de la tienda no le hace nada de gracia al samburu, pero la sueca se pone firme, porque está hasta las narices de comer “azúcar y carne de cabra”…Y eso que la gastronomía sueca no es precisamente conocida en todo el mundo, pero vaya, que nos hacemos cargo, porque no os podéis imaginar el aspecto que tenía la famosa pata de cabra chamuscada de su primer desayuno en la aldea…Además comer tanto azúcar debe ser fatal, fatal para la salud… Total, que aprovechando una especie de infralocal que había por allí, la sueca se pone a arreglarlo para abrir la tienda, con bastante poca ayuda de la peña.

Entonces le ocurre lo peor que le puede pasar a una embarazada: presenciar un parto traumático. Porque va ella con la furgoneta y se encuentra con una parturienta tirada en la putísima calle como un perro (así como os lo cuento), con el bebé naciendo de pies, o naciendo atravesado, a medio encajar y que no puede expulsarlo. En vez de actuar con raciocinio e intentar, antes que nada, hacer alguna maniobra de matrona para ver si puede solucionar el asunto in situ, la sueca se pone a gritar pidiendo ayuda, pero toda la gente que pasa por allí, incluyendo el maromo, se desentiende y se niegan a tocar a la parturienta, y el maromo dice que “porque está embrujada”. La sueca se pone histérica e intenta subir a la parturienta a la furgoneta, pero sin ayuda es imposible, sólo cuenta con la ayuda de otra chica del pueblo, pero ningún hombre quiere tocar a la “embrujada”. Finalmente y con gran reparo, el samburu le ayuda a subir a la parturienta a la furgoneta. Total, que la sueca se pone a conducir a toda pastilla para llevar a la parturienta a la ciudad (os podéis imaginar los alaridos), pero a medio camino se pincha una rueda y ahí se quedan, la una chillando, las otras llorando, en fin, un jari. Finalmente no se sabe cómo llegan al hospital y meten a la madre (inconsciente o muerta), dejando al feto muerto en la furgoneta. Y la sueca, toda cabreada, se tiene que poner a limpiar todo el marrón. Encima aparece Elisabeth para darle la puntilla: que se muda a la costa, a un sitio más civilizado. O sea, que se queda sin su única amiga blanca. Y ahí sí que la sueca se queda cansada, incomprendida y de todo, mientras el samburu se dedica a bañarse y a frotarse y refrotarse para ver si se purifica y no le cae una maldición o algo por haber tocado a la parturienta.

Finalmente la sueca abre el colmado con gran éxito de público. No se menciona si vende también Gilettes o qué. El cacique de la tribu le obliga a aceptar a su sobrinito como ayudante. El caso es que echa mano a toda su habilidad comercial y claro, todo son sonrisitas, atenciones, simpatía y mucho jijijijajaja con los repartidores y los clientes, y el samburu se empieza a cabrear. En cambio la sueca se reconcilia con el Padre Bernardo, que está profundamente admirado de lo que ha hecho, porque es la única persona blanca que ha hecho algo grande por la comunidad y que no ha sido una mera aventurera o una turista de paso. Y hombre, no es un centro de salud ni una escuela, pero un colmado ya es más de lo que ha hecho el puñetero Bernardo en 20 años. Eso sí, el cura la aconseja que deje de mirar a los hombres directamente a los ojos o de forma penetrante, porque en esa cultura puede ser malinterpretado y dar lugar a muchos disgustos. Pero la sueca, que nunca se ha mostrado muy dada a usar el sentido común, le contesta que tururú treinta y tres, que ella tiene que mirar a los ojos a los clientes y que hará lo que le de la gana.

En una ocasión, la sueca pilla al maromo contando el dinerito de la tienda y se pica un poco…¿Y a que no sabéis qué dice el tío? HAKUNA MATATA!!!! Juaaaaaaaaaaaas, que gracias a la Disney ya sabemos que significa “tranqui tronca no te pongas nervi”. En fín, empieza a haber mal rollito. En otra ocasión, el maromo pilla a la sueca en la tienda con la puerta de atrás abierta y se pone hecho un berserker. Que si tiene novio, que si le está dando el salto, que si le avergüenza…Vamos, que le echa la bronca del siglo, y lo peor de lo peor, el golpe más bajo posible, la acusa de que el bebé que espera es de otro. Y bueno, la sueca en vez de dar razones lógicas para negarlo se limita a hacer mohínes. Uhhhhh que mal pinta la cosa...Menos mal que la suegra interviene y convence al maromo en privado que no, que no le está poniendo los cuernos (o eso suponemos porque hablan en su idioma, claro).

¿Os pensaís que no hay más mal rollo que ese? Pues alucina vecina porque la sueca, discutiendo con un cliente, se entera de que ha estado comprando a crédito, y entonces descubre una libreta donde el maromo ha ido apuntando guarrindongamente a quién le apuntaba los gastos en la cuenta. Cuando la sueca le pide explicaciones descubre que el maromo ha ido vendiendo a crédito al cacique, “y a la familia y a los amigos”, es decir, A TODO EL PUTO MUNDO. Total, que el cabreo de la sueca es antológico y se pone a recordarle a gritos que una tienda es un negocio y que nada de créditos de ahí en adelante.

En esto que la tía se pone de parto, y como no podía ser de otra manera en una película, todo es caos, la sueca se asusta y acaban pidiendo una avioneta de la cruz roja para trasladarla al hospital (que ya me contaréis por qué no hicieron lo mismo con la otra que sí que estaba mal). Además, ¿cómo llaman a la avioneta? ¿Recibe tantas atenciones por ser blanca? La cosa no queda nada clara. Que lo mejor hubiera sido enterarse si por tener al hijo en Suecia le hubieran dado la doble nacionalidad…El caso es que tiene una hija y la llaman Sarai, que ya me contaréis si es cuestión de irse a Kenia a vivir y ponerle a tu hija nombre de participante de Operación Triunfo. Que por cierto, la niña se parece más al padre. No se menciona nada en la película sobre si supone una deshonra tener una niña y no un varón, ni nada de la ablación futura que le espera a la chica, ni nada de eso.

Total, que después de la escasa contribución a popularizar el parto natural, la tía vuelve a la tienda y el primer marrón es que el cacique paramilitar ése le exige dinerito “para su protección”. Además el querido sobrinito en vez de ejercer de ayudante se dedica a fumar y beber y la sueca le pone de patitas en la calle. Esa noche se va a dormir, con la niña entre el costillo y ella, porque hasta en Kenia se cumple eso de que “follas menos que un casao” por más que te cases con un negrazo, pero se despierta por el mal rollito y sale a la calle, donde se encuentra al sobrino dispuesto a machetearla. Menos mal que aparece el maromo para defenderla y el sobrinito recibe las del pulpo.

Y claro, habemus juicio, con un viejo de la tribu como juez. Menos mal que en Kenia la justicia mejor que en España y condenan a la sueca a pagarle dos cabras al cacique por haber despedido a su sobrino, pero condenan al cacique a pagarle 5 cabras a ella por haber intentado matarla. Así que la sueca acaba contenta, aunque ya tiene el carácter muy agriado. El problema es que cuando va a la aldea con las cabras, el maromo se siente súper humillado: primero el negocio, y ahora él es el que tiene que recoger las cabras de su mujer. Vamos, que lleva fatal lo de ser un mantenido. Así que se va donde las vacas a recoger el famoso cencerro sueco y lo tira al suelo. Que he visto peticiones de separación menos dolorosas que ésa.

Y además siguen los celos. Tanto jijijijajaja y tanta amabilidad de la sueca con los clientes, algunos vestidos a la occidental, pues claro…Total, que el samburu se cabrea y se dispone a matar “al amante” sea quien sea…Discusión brutal, el samburu la abofetea, ella le devuelve el golpe, y ahí le tienen que sujetar para no estrangularla. Vamos, que la cosa ya es intolerable. Pero el caso es que el samburu la ama, porque se viste con vaqueros, se corta todas las trencitas y se presenta ante ella para ver si ahora que está vestido a la occidental, ella le respeta. Y la acusa de acostarse con el Padre Bernardo. Y ni la suegra puede calmar ua los ataques de celos.

Así que la tía toma ya una decisión drástica y anuncia "que se va de vacaciones" a Suecia para que su madre conozca a su nieta. Que claro, no cuela ni por asomo porque ya se ve que lo que quiere es pirarse, pero la despiden con mucha ceremonia. El tío acepta y sólo parece tomárselo realmente mal cuando ve que en los papeles de la tía para subir al autobús, la niña lleva los apellidos de la sueca, en vez de sus propios apellidos como padre de la niña que es, y aunque apenas sabe leer ya se barrunta una estratagema para que no haya líos burocráticos al llevarse a la niña para siempre. El caso es que él tiene que firmar esos papeles para que ellas puedan salir, y finalmente, pese a saber que le están engañando vilmente, los firma para que ellas puedan subir al autobús. “Sé que nunca volverás”, dice, sin rencor. Y entonces la sueca y su hija se van en el autobús y dejan atrás las llanuras de África.

Y colorín colorado la historia de la sueca calentona se ha acabado. ¿Qué os ha parecido, aparte de previsible? Un poco decepcionante, quizás, porque se adivina mucha chicha que no se ha contado. Para empezar, la tía de masai blanca no tiene nada, porque en ningún momento deja de tener pensamientos y actitudes de occidental. Se da a entender que ha aguantado carros y carretas y que ha tenido mucha paciencia para afrontar los sacrificios del cambio de vida, pero que no se ha esfrozado en adaptarse a la cultura masai. Por otro lado, los masais se muestran muy edulcorados, idílicos y demasiado “políticamente correctos”, salvo con lo de la ablación, y seguro que hubo muchísimas más miserias. Por ejemplo, las relaciones con la suegra, que seguro que no fueron tan maravillosas. Además primero la pareja vive con la suegra y después ellos solos, señal de que la sueca exigió más intimidad en algún momento, y eso no lo refleja la película. Las recaídas de la malaria y otra serie de enfermedades que seguro que contrajo, no se mencionan. El caso es que pese a todo, el samburu no queda como el malo, porque pese a tener caídas supersticiosas que son para darle con la mano abierta, no deja de ser un hombre humillado por la independencia de su mujer y con relativamente fundados motivos de celos…Porque ya me direís si no es algo lógico que alguien con mentalidad machista, y que nota que su mujer está más fría que un témpano no él, y que ríe y simpatiza con hombres occidentalizados, no tiene motivos para mosquearse. Es fácil comprenderle, pero por ejemplo seguro que en la vida real él se tiraba a medio pueblo y eso no se refleja en la película, no se sabe ni para no ofender a la comunidad masai.
Vamos, que han quitado mucha información morbosa. Podéis leer otras críticas más cinematográficas aquí. ¡Me quedo con ganas de saber más! ¿Pero qué os ha parecido a vosotros?

2 comentarios:

  1. No me apetece nada verla, y menos despues de leer tu entretenida crítica (que seguro le da más de veinte vueltas a ese guión de telecine en autonomica a las 3 de la tarde).
    ;D

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  2. Dios mío, esto es peor que Estrenos TV :/

    Me han quedado cero ganas de ver esa película!

    Yo diría además que la película tiene un punto de vista muy occidental. Sólo hubiera faltado que el samburu llegase a Suecia en canoa estilo comedia francesa de salvajes.

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