El otro día, en vez de irme a escribir la tesis como una niña buena, me quedé enganchada con un reportaje del canal Viajar, más largo de lo deseado y algo soseras, pero del que se pude extraer una moraleja. O mejor dicho, ejemplificar un pensamiento de perogrullo en el que poca gente cae.
Se trataba de una especie de documental casi casero sobre una danesa un poco pa'llá que le da por ir a Afganistán para ayudar a una chica a cumplir su sueño. Así, tan coelhiano como suena.
Veréis. La tal danesa era una chica como de treinta, alta, rubia, gélida, muy nórdica toda ella, que era una apasionada de volar "y de la libertad de los cielos". Lo único que había podido conseguir comprar con el dinero que tenía era una avioneta antediluviana que podía funcionar hasta con gasolina de coche. Ahora, visualizad una mujer piloto danesa en la mente. ¡¡EXACTO!! Así era ella. Siempre vestida con pantalones y monos a lo piloto, todo muy masculino y pilotil. Pues esta moza leyó un día en el periódico una entrevista a una chica afgana, que decía que su gran sueño sería ser la primera mujer piloto de Afganistán, y surcar los cielos. Y en éstas que la danesa dice ¡tate!. Voy a hacer la gran obra de mi vida yendo a Afganistán con mi avioneta para darle una vuelta en ella a la chica y que cumpla su sueño. Así, en plan Madre Teresa de Calcuta, menos mal que existen danesas como ella dispuestas a hacer un enorme bien a la población de los países subdesarrollados. El novio de la danesa, que era un vikingo ceñudo y con barba, y que no abre la boca en todo el metraje porque hace más de cámara que de otra cosa, piensa que está loca, y decide acompañarla. Así que ya veis a la danesa a los mandos de una avioneta guarrindonga con un maromo autista al lado, cruzando media Europa y parte de Asia para llegar a Afganistán. La mayor parte del documental trata de la odisea diplomática de conseguir los permisos para sobrevolar los espacios aéreos de los distintos países, algunos de ellos en plena guerra o postguerra, ocasión que no pierde la danesa para reivindicar un cielo libre para todo el mundo, incluyendo terroristas y soplapollas que no tienen otra cosa en la que gastarse el dinero. Total, que venga a soltar viruta, semanas y semanas de espera, llamadas desesperadas, súplicas...Todo por llegar a Afganistán con una "misión cultural". Así que se ve a la danesa echándole dos ovarios hasta conseguir los permisos dichosos, convenciendo al sumsumcorda. La cosa se pone divertida cuando empiezan a atravesar países musulmanes y la mujer es recibida en los aeropuertos (en esos países decir "aeropuerto" es un eufemismo) por un séquito de hombres barbudos que la miran alucinados como si fuera Sabrina en plena actuación sacándose la teta, eso sí, sin perderle el respeto. La pobre mujer se tiene que mandar hacer una vestimenta negra para taparse todo el cuerpo, porque está feo eso de pasearse de piloto en busca de gasofa, y la pobre descubre que incluso vistiéndose de saco hay modas porque el modelo que le hicieron era de pueblerina, y las mujeres se reían de ella por la calle. La pareja vikinga demuestra más arrestos todavía atravesando las montañas de la zona, volando a una altitud superior a la que en teoría puede soportar la avioneta, arriesgando su vida. Llegando a Irak, en plena guerra, le deniegan sin remisión los permisos aéreos y deciden atravesar el país a las bravas, sin permiso, fingiendo que la radio no les funciona, y arriesgándose a que los cazas norteamericanos les intercepten (también es un eufemismo). Pero tienen suerte y logran hacerse los longuis y llegar a Afganistán enteros. En Afganistán la danesa se tiene que comprar un burka para ponérselo en algunos momentos, pero pronto llega a la casa de la chica, que es un casa relativamente cómoda y moderna. La chica en cuestión es una estudiante brillante que pretende irse a otro país a estudiar para piloto, porque aunque no ha montado en un avión en su vida, desde que tiene uso de razón quiere ser piloto. Así que la danesa la hace montar en la avioneta guarrindonga y se dan una vueltecilla por esos cielos. La madre, orgullosísima de su hija. La chica se muestra muy emocionada y pilota a tramos, aunque la pobre acaba vomitando de tanto subir y bajar y eso le resta romanticismo a la historia. El caso es que la danesa no se para ahí si no que se pone en contacto con los militares afganos, pues resulta que hay dos mujeres piloto hermanas en el ejército de Afganistán (de hecho ya ha habido otras mujeres piloto antes), muy del estilo "soy militar, llevo pañuelo y me pinto la raya del ojo", que también acceden en concertar un encuentro con la chica y montarla en sus aviones. Pero la danesa, las hermanas piloto y los altos mandos militares reciben un plantón de órdago porque esperan durante mucho tiempo a que se presente la chica, y la chica no se presenta. ¿Qué ha sucedido? Pues muy sencillo: el tío de la chica había venido de visita y ella, a pesar de no ser la cocinera oficial de la casa, se había tenido que quedar a hacerle la comida, y además, el tío le había dicho que no le gustaba que se fuera con los pilotos esos. Y por eso no había ido a la cita y les había dado plantón.
Y ahí acaba la historia; en como una chica brillante que supuestamente se ve capaz de abandonar a su familia para irse a estudiar lejos, no puede acudir a la cita de sus sueños por no darle un disgusto a su tío. Al final la danesa, cumplida su misión humanitaria del copón, decide no volver a arriesgarse con los norteamericanos y mete la avioneta en un avión de carga para volverse a su casita, no sin comentar que, pese a todo, ella envidia lo unida que está la familia de la chica, no como ella, que es una solitaria que surca los cielos.
Y colorín colorado, nos quedamos sin saber si la chica cumple su sueño o no, aunque yo apostaría que no, porque a la chica se la veía que era una empanada de órdago que a la hora de la verdad no iba a tener hígados sufiecientes para defender su plan de vida frente a las opiniones contrarias de ciertos miembros de su familia. Y en eso consiste todo:no hay liberación de la mujer si esta no es íntima, interna, si la mujer no tiene la suficiente seguridad en sí misma como para enfrentarse a los que la critiquen, la cohiban, la constriñan o la desprecien. El precio a veces es la soledad, pero una persona debe vivir su vida y saber realizar sus deseos. Puede tratarse de conseguir un trabajo de hombres en un país machista, o puede ser ir por el mundo prescindiendo de preocupaciones como los tacones o las mechas. La auténtica libración de la mujer es aquella en la que la mujer realiza sus deseos sabiendo que está en su derecho, y tiene las riendas de su propia vida, que ella ha elegido, sin seguir doctrinas de nadie, de ningún sexo. Esto no lo enseña nadie ni te lo da nadie: es algo que cada uno debe conseguir.
No tiene nada que ver con lo que dejan entrever imbécilas como la Chapi Escarlata del 20minutos, que parecen insinuar que una mujer liberada es aquella que ha conseguido que su vida sea totalmente sexo-centrista, es decir, que basan su éxito vital en acostarse con muchos hombres distintos, vivir la sexualidad de forma irresponsable (no me refiero a no usar condón, si no a prescindir de toda atadura ética o moral), hablar mucho de sexo con las amigas para que noten que son superliberadas de la hostia, criticar a los hombres, ningunear la visión masculina de la sexualidad y tenerle pánico al matrimonio convencional y a la maternidad, que es una cosa súper pasada de moda que causa estrías, te deja el chichi flojo y encima, hace que folles menos con el costillo, a la que sólo recurren las mujeres anticuadas que quieren desperdiciar su vida. Y mientras esos catálogos de ropa cara que se hacen llamar revistas femeninas y que tienen que regalar cremas y bolsos para que las mujeres aburridas las compren, y que hacen que las adeptas vivan en una adolescencia permanente donde lo único que importa es estar super mona, gustarle a los tíos y ser la más chachiguay de la oficina, mientras gilipollas del mundo entero se deprimen porque tener pareja implica discutir sobre quién friega los platos, porque los obreros no les sueltan tonterías a los 50 o porque al tener hijos les queda poco tiempo para follar, Isidre Esteve, paralítico, anima a todo el mundo diciendo que él está feliz, ansioso por empezar su nueva vida y que si no monta en moto, ya montará en otro cacharro que pueda manejar. Isidre Esteve está liberado, y ojalá fuera mujer. Con fuerza de voluntad, animosidad, sabiendo que la vida no es color de rosa, dándole importancia lo que realmente lo tiene y no tropezando con zarandajas. Hay demasiadas mujeres modelos pero muy pocas mujeres modelo. Quizás es que se preocupan mucho de su exterior y muy poco de su interior.
Me ha encantado :-) Yo tambien quiero ser mujer libre!!!Pera, que me emocione demasiado...XD. En fin, paso de comentar lo que me parecen otras culturas. "Que cada perro lama su pija", como dice el gran filosofo Torete G.
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