8 de octubre de 2009

La china del todo a cien de mi barrio está embarazada. La última vez que entré en la tienda, para matar el tiempo y comprar alguna tontería, le quedaba una semana para dar a luz. Pero no lo supe porque la china del todo a cien de mi barrio sea la típica embarazada que va por ahí contándole a todo el mundo sus cuitas obstétricas. Lo supe porque la pobre china del todo a cien de mi barrio tiene que aguantar que todas las petardas marujas de mi barrio que entran en su tienda le pregunten lo mismo sobre lo mismo: "hala, que gordita estás ya", "¿y cuanto te queda?", ¿"es chico o chica?". Supongo que la pregunta de qué nombre le va a poner se la ahorrar para evitar una retahíla de monosílabos chinos.
Una característica de la china del todo a cien de mi barrio (que a mí más bien me parece taiwanesa o vete tu a saber de dónde) es que siempre tiene la misma cara, pone los mismos ojos, habla en el mismo tono y tiene siempre el mismo acento español guarrero casi imposible de entender. Vamos, que si te dice un precio pone la misma cara que si está hasta los huevos de que las marujas petardas de mi barrio la acosen a preguntas sobre su bombo. Porque no me puedo creer que tras estar todo el día detrás de un mostrador aguantando purria que compra barato y la acosa a preguntas monótonas no se agobie un poco.
Esa última vez que entré en la tienda, una mujer le preguntó (después de hacerle los pertinentes comentarios sobre lo poco que le quedaba ya y de lo que le flipaba que siguiera trabajando a falta de una semana de salir de cuentas, en vez de estar de baja tocándose el chichi en su casa como una española corriente, siendo el último colofón de mi cosecha) que si se iba a tomar los cuatro meses de baja.
Lo bueno que tiene la cara de póker de la china del todo a cien de mi barrio es que cuando oye esas cosas no le traiciona el gesto y no se le nota que está pensando: "pero tú eres gilipollas o qué te pasa, tu te crees que siendo china y encargándome de este negocio me puedo permitir una baja de cuatro meses como si fuera una funcionaria española cualquiera??". En su lugar es capaz de mantener la gélida expresión botoxiana natural y contestar con el mismo español chapucero que no, se traerá al niño (lo pondrá supongo en el medio metro cuadrado de espacio libre que le queda al lado de la máquina registradora detrás del mostrador) y que si no está ella, los otros chinos de la tienda no se enteran porque ella es la única que se sabe todos los precios. La maruja se fue deseándola mucha suerte.
Yo compré lo mío y me fui sin preguntarle si iba a ser niño o niña (lo oí pero no me acuerdo, creo que niño) ni desearla suerte en el parto. Yo también soy una petarda, y además grosera y maleducada, solo que con la boca cerrada.
No me gustaría tener que volver a esa tienda antes de la mudanza. No quiero ver que la china no está, ni que vuelve al cabo de tres días y tiene a un recién nacido aparcado todo el día en el medio metro cuadrado de espacio libre que le queda al lado de la máquina registradora detrás del mostrador. Aunque al menos ese niño podrá estar con su madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario