31 de enero de 2007

Las hay más miserables que yo

Oprobioso momento el vivido hoy en el Depar con motivo de la despedida de una estudiante erasmus que ha estado colaborando con el grupo de las marujillas. A su lado, mis lamentos por haberme gastado 94 euros en una opípara comida castellana no suenan tan miserables.
Es costumbre de nuestro grupo que en casos de despedida vayamos a algún restaurante las 12 o 13 personas que somos, incluídos los jefes, para hacer una comida o una cena y darle al ojomeneado un regalito. Un par de veces fuimos a un restaurante cercano que era del agrado del jefe pero la relación calidad-precio del menú de mediodía era discutible y se cambió la tradición para ir a un simple Ginos. Lo que pasa es que está más alejado y entre retrasos, esperas, platos y sobre mesas volvíamos al curro a las 4, y aquí el grupo de las marujas, que es muy europeo en lo que les interesa, tiene costumbre de marcharse a casa bien prontito.
Total que llegado el momento de despedir a la erasmus en cuestión y no se les ocurre a las espléndidas marujillas otra cosa que celebrar la despedida…en el bar de la facultad de al lado, en plan bocata o menú estudiantil guarrero de macarrones+croquetas, 6 euros. Ante las quejas del grupo no-marujil, alegaron que lo hacían para no acabar tan tarde la sobremesa y así no perder tanto de la tarde, que ya se sabe que todas tienen importantísimas cosas de las que ocuparse en su casa, a diferencia de los demás, que nos tocamos los huevos. Y rechazaron también la sugerencia de hacer un pica-pica por la suprema complicación que supone organizar que cada uno trajera una cosa con dos días de diferencia.
Así que no se hable más: todos a comer de menú al bar de la facultad, si es que encontramos sitio para tanta gente. Un cutrerío que no hace justicia a la pobre erasmus, que se merecía un poco más de molestias. ¿Y qué puedo contar? De milagro hemos encontrado mesa para todos. Encima ha habido discusiones porque en teoría no podían juntarse tres mesas juntas y no cabíamos, hasta que la marujilla máxima ha desobedecido al camarero y ha juntado las mesas ilegalmente (no nos han dicho nada). Aún así, dos personas (una de ellas yo) hemos tenido que ponernos en las cabeceras, y con las bandejas hemos estado bastante estrechos. En su estilo quejoso, repelente, tiquismiquis y remilgado, las marujillas se han quejado de la cantidad de comida que daban con el menú (aunque yo creo que secretamente les dolía gastarse los 5,90 euros que costaba), pero se han tenido que conformar porque los platos combinados eran poco atrayentes y poco más baratos.
En fín, que después de escaso glamur, alguna discusión,
las incompatibilidades conversacionales de siempre y muchos comentarios y puyas malintencionadas acerca del cutrerío imperante, se ha celebrado la despedida, que ha acabado tan tarde como si hubiéramos ido al Ginos y que ha tenido como colofón un brindis con cava prehistórico que quedaba oculto en la nevera del Depar y que se ha servido en vasitos de dentista y la entrega de cutre-regalos comprados por las marujillas previo sangrado de los compañeros: una maravillosa taza, un fantástico y extraordinario libro de cocina en catalán que la erasmus no entiende (no podía faltar un libro de cocina, las marujillas no saben regalar otra cosa) y la promesa de que habría más regalos cuando la que los tiene se digne a presentarse, porque está enferma (¿tifus? ¿disentería? No, una gripilla.).
Así que bueno, me alegro de ver que las hay aún más ruines que yo y que la crítica hacia el cutrerío de las marujillas ha sido casi unánime. Después se van de vacaciones a China, Cuba...Vaya tías miserias.

1 comentario:

  1. Menudas miserables, santo dios. En fin..no me extraña estes hasta los ovarios de ellas. Impresentables.

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