19 de junio de 2007

Tórrido relato de verano

Voy a amenizar este blog con un relato suavemente erótico pero que pese a todo dejará la tensión sexual de las novelas de Almudena Grandes a la altura de la sensualidad que despierta Maria Teresa Campos anunciando Pharmatint. Aprovecho para decir que eso no es meritorio porque la contribución de Almudena Grandes a la literatura española es equivalente a la contribución del doctor Mengele a la medicina: sus propósitos son buenos, pero fallan los métodos elegidos. Os burláreis de mi exagerado desprecio a los juntaletras ibéricos (y en especial a las pseudofeministas neuróticas), pero podéis ver que no soy la única que tras sus cantos de sirena sólo huele a pescado podrido aquí, aquí, aquí y aquí.

El caso es que desde hace unos días, la temperatura circatropical del prelitoral catalán unida a mi obsesión por la intimidad que me compele a dormir con la puerta cerrada, la ventana a cal y canto y la persiana totalmente bajada en un vano intento de evitar oir a los PUTOS PÁJAROS DE LOS COJONES trinando a las seis de la mañana, han conseguido que ya pueda prescindir del pijama y dormir como vine al mundo, sin Chanel número cinco pero con bragas.
Que a este respecto no sé cómo se lo montarán las demás ciudadanas del mundo pero la autora de mis días me echó bronca cuando se enteró de que dormía con bragas, ya que según ella era una fea y antihigiénica costumbre, más que dormir sin ellas (!!!??? reference needed), y que "a ver si me pensaba que mi marido me iba a dejar dormir con bragas" (???!!!). Debo decir que el maromo no me ha puesto pegas, se conoce que porque no nació cansado y no le importa emplear resuello en quitármelas.

El caso es que cierto día de verano estaba yo de la manera descrita, saboreando en un cómodo duermevela los últimos momentos matinales, antes de ofrecer mi sacrificio diario en el altar científico, con mis prodigiosas curvas made in Guadarrama simplemente cubiertas por una veraniega sábana de hilo cuando oigo ruidos abajo de unos hombres cuya visita yo no esperaba y que por lo que me pareció entender, venían a arreglar los radiadores, o a cambiar algo de los radiadores, o yo que sé que narices querían hacer con los jodidos radiadores (las obras en los radiadores hay que hacerlas en verano y las del aire acondicionado en invierno, no lo invidéis, niños).

La cuestión es que ya empiezo a remugar, pero sin afanarme en solucionar mi desnudez, esperando que llegue un momento de silencio para levantarme, vestirme sin que me vean los pelánganos matutinos, desayunar deprisa y salir sin molestarles.

Pero subestimé la velocidad con la que se habían puesto a faenar porque uno de ellos, siguiendo no sé qué razonamiento de que no debía de haber nadie en casa pese a no ser ni las 8 y media de la mañana, abre sin llamar la puerta de mi habitación, se la encuentra a oscuras y pese a todo, y sin encender la luz, empieza manipular el radiador, que está según se entra, a mano derecha.

A todo esto mis redondos senos y nalgas seguían agazapados en la penumbra, cubiertos por la fina capa blanca. Yo, en vez de montar una escenita indignada echándole de allí tapándome las formas con el embozo como sueca ofendida amenazando a Pajares y/o a Esteso, opté por quedarme quieta esperando que el honrado trabajador (que por la silueta que vislumbré de reojo me pareció joven y diferente del modelo de currante de Benito y compañía) no fuera tan cenutrio como para darse cuenta de que allí seguía durmiendo una persona.

Y eso que fingirse la dormida o el dormido no colaba mucho porque entre la relativa claridad que provenía del pasillo y los ruidos de extrañas maniobras radiadoriles en la oscuridad, la cosa estaba para despertarse.

Pero durante un océano de tiempo que no supe calcular, durante unos eones de enorme tensión sexual, el sudoroso profesional compartió alcoba a oscuras con una maciza desnuda. En una película porno el desenlace hubiera sido el esperado, pues estaba todo a punto para el goce, pero como esto pasó en la puta realidad, el final fue también el previsible en estos casos, y es que el tontolaba se debió de dar cuenta por fín de que había un bulto antropormorfo en la cama (y espero que no se transparentara demasiado cuán de antropomorfo era) y cerró la puerta en seguida, seguramente con más vergüenza que la que sentía yo. Después, todo fue levantarse y asearse discretamente para hacer mutis por el foro pasando por delante de aquellos príncipes sin que se notara por mi expresión que había sido yo la bella durmiente.

Y colorín colorado, si queréis empezar una peli porno de esta manera, no olvidéis pagarme el copyright. No es Las edades de Lulú pero espero que al menos os hayáis reído.

2 comentarios:

  1. Jajajajajaja, muy bueno :D. Es verdad que entran sin llamar y sin cortarse un duro. Y luego "uy, perdone". Suerte que hasta ahora me han pillado currando en el ordenador, que si no, debido a que duermo tal como vuesa merÇe narra en su relato (pero sin prenda alguna, que me da calor hasta el aire), se hubiesen encontrado con el rey de bastos montando guardia en sus aposentos.
    Pobres, no hubiesen podido verse desnudos nunca más ante un espejo sin llorar de rabia e impotencia...XD

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  2. Película porno no puede ser, porque sobra cualquier tipo de ropa interior, pero una de destape de Pajares y Esteso viene que ni pintada... los obreros que llegan a una casa y se encuentran con una lozana moza que lleva menos ropa de lo normal parece sacada por lo menos de Los Bingueros!

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