9 de abril de 2008

Mis mitos eróticos (VII): El Charlie

Debido al triste y reciente acontecimiento, debo interrumpir mi lista de mitos eróticos bidimensionales y recordar a uno de mis mitos eróticos de carne y hueso, que precisamente ahora está en eso...sólo en carne y hueso: Charlton Heston que en paz descanse. Supongo que alguien ya habrá hecho el chiste de "ahora ya le pueden arrancar el rifle de las manos" así que no lo hago yo.

No es que me mole la tanatofilia, a mí quien me molaba era el Charlie de joven, cuando sólo actuaba en superproducciones protagonizadas por un machote y tenía la boca cerrada.
Pelis de cuando los musculitos eran musculitos porque sus madres los habían parido así fornidos y habían pasado un poco por el gimnasio nada más, pero tampoco tenían mucha bola ni marcaban músculos que los anatomistas a duras penas reconocen, no como pasa ahora, que queda como el culo que los culturistas que se han puesto hasta el culo de batidos de proteínas y repeticiones se paseen por Troya, cuando todavía no se habían inventado las mancuernas.

Al Charlie te lo creías. Ni iba depilado siquiera. Porque era actor, pero lo mismo podía estar a pie de obra o cargando bombonas.

Al Charlie siempre le recordaré junto a Yul Brinner vestidos de egipcios en Los Diez Mandamientos. Lo que pasa es que en la peli Moisés envejecía muy mal y se pasaba tres cuartas partes de la peli con barba en vez de ir enseñando las rodillas siguiendo el ejemplo del faraón, como debería haber hecho. Un fallo de guión, sin duda.

La putada es bíblica porque la cosa llega a tal punto que no he podido encontrar fotos del susodicho con faldita en el gúguel, sólo de viejales. Qué lástima. Pero vamos, si sois aficionados a las pelis de Semana Santa os acordaréis.

En Ben-Hur tampoco estaba mal el muchacho, pero como en todas las pelis donde salen cristianos, se le ve un poco empanao. Aprovecho para comentar la anécdota (por si algún despistado poco cinéfilo no se la sabe) de que el director de la peli, William Wyler, quería que se percibiera tensión sexual entre los personajes de Ben-Hur y Mesala. Es decir, quería insinuar que ambos amigos habían sido en realidad amigos con derecho a roce, y así torear la censura de Hollywood. Todo muy sutil, que se leyera entre líneas. Pero como sabía que si el Charlie se enteraba de que había tensión homosexual entre los protagonistas se negaría a hacer la película (ya apuntaba maneras), sólo le comunicó sus intenciones al actor que hacía de Mesala, el muy romano Stephen Boyd, para que las tuviera en cuenta para la interpretación.
Y si no me creeis que lo hizo, ved la escena del reencuentro entre los amigos y decidme si el brillo en los ojos y la expresión de Mesala no va más allá de la felicidad de encontrarse con un colega de la infancia. En cambio el Charlie está más contenido y empanao. Asín es.

Una cosa mala de esa peli es el poco glamur de la protagonista femenina, Haya Harareet, la típica
mosca muerta pavisosa de todas las pelis donde salen cristianos, si os dais cuenta; desluce la película y no consiguió el Óscar, cawen la puta, así no habría empatado Titanic.
Mejor pareja era la que le apretaba las tuercas al Charlie en Cuando ruge la Marabunta, Eleanor Barker: un personaje femenino fuerte y sexual con picores más importantes que los de las hormigas que vendrían después, y que hace estrecharse el esfínter anal al machote del Charlie, que de tanto luchar contra la selva no había tenido tiempo de desvirgarse.
Y es que pese que algunos critican que sus personajes en las superproducciones eran algo machistas, en el fondo siempre hacía de fornido hombretón con debilidades, que las pasa putas pero al final acaba repartiendo estopa o venciendo las dificultades.

También fue de buen gusto juntarle con Sofía Loren como Doña Jimena, que es que a cualquiera que tenga al Charlie haciendo del Cid al lao se le olvida que ha matado a su padre.

Así que mejor detenerse en el Charlie con túnica, faldita, pantalones caquis, armadura y en general, traje de machote salvamundos y olvidarse del Heston que vino después, que todos tenemos derecho a que se nos vaya la pinza.

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