
Las compañeras cotorras, maledicentes y marujiles se han transmutado cual Pokemons en versiones pavas de los mismos demonios, contribuyendo a agrabar mi preocupante misoginia. Los primeros piques han aflorado. Todo es tan repetitivo que aburre.
Necesito recopilar toda la energía cósmica posible para acercarme al zen, chocarme en el supermercado con Ramiro Calle, respirar de forma abdominal, darle caña al cuenco tibetano, limpiar mi karma.
Sigo persiguiendo mi zanahoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario