22 de octubre de 2009

El mirlo blanco y el canto en los dientes

Tras pensar que la institución que nos contrata es una cutre que pasa olímpicamente del tema de la prevención de riesgos laborales, hoy me he reconciliado con el tema. Mientras otros compañeros contratados por otra institución tenían sus cursillos y reconocimientos médicos, "nosotros" estábamos a verlas venir, sin perro que nos ladrara y nos dijera "pues vigílate ese sobrepeso", "pues tienes la tensión pelín alta", "uhhhh que no te has vacunado de la hepatitis".
Nuestra única experiencia fue una individua con aspecto de lesbiana estereotipada que nos hizo un cutre-test sobre nuestra exposición a riesgos absurdos, como el trabajo con dinamita, sin molestarse lo más mínimo en detectar otras deficiencias, como la acumulación de 13 personas con sus enseres en un espacio de 30 metros cuadrados, el desorden, la falta de espacio material, la cantidad de estrechamientos y esquinas en las zonas de paso, la incomodidad de las zonas de trabajo, la ausencia de botiquín...
Pero hoy vino otra chica que se tomaba en serio su trabajo. Nos envió un manual y un test que teníamos que realizar para comprobar que nos habíamos leído en diagonal el manual. Eso parecía todo, pero vino en persona a entrevistarnos y ver el laboratorio con ojos más críticos que su compañera anterior.
Y ¡oh milagro!, de sus labios emanaron unas palabras poco habituales. Y es que nos preguntó la tipa, aparte de los riesgos químicos que corríamos, que si teníamos algún tipo de riesgo "psicolaboral". Casi me da un pasmo. "Con los jefes, CON LA DIRECCION, con los compañeros...". Hubo un momento de tragar saliva en el que seguro que todos pensamos mil cosas que nos agobiaban.

Si yo hubiera estado sola en la entrevista me hubiera estado dos horas poniendo los puntos sobre las íes. Pero todos nos contuvimos y le explicamos a la chica que no, que los únicos motivos de estrés psicolaboral eran los derivados de nuestro sector (cuantos deliciosos eufemismos en un rato): precariedad de los contratos, sensación de no pertenencia a ninguna empresa en concreto, malas perspectivas de futuro, roces con los compañeros motivados por la falta de espacio y medios materiales...Hubo mucha autocensura, al menos por mi parte.

Los becarios se quejaban de que "trabajaban a menudo a destajo" y que "el ritmo de trabajo solía ser muy alto". No se lo negué, claro, y me contuve la tos: es su derecho quejarse. Tienen pleno derecho a considerar "estrés psicolaboral" tener que estar a las 8 y media en el trabajo para garantizar que las juergas las dejen para el fin de semana, y salir a las 5 de la tarde sin que apenas les quede tiempo (sólo una hora diaria o dos en total) para mirar el correo, el facebook, el farmville, el puto acuario de los cojones y mil mariconadas más.

Pero yo me acordé de cuando volvía a casa a las 8 de la tarde, y en mi casa seguía trabajando en mi ordenador. De cuando llegaba el fin de semana y seguía trabajando en mi casa. De cuando mi tiempo de ocio venía determinado a mi conveniencia de pasarme a tal hora del sábado o del domingo a hacer alguna cosilla de curro. De cómo desarrollé una especie de fobia a la zona cercana a mi curro, porque apenas dejaba de pasar por allí un día. De las condiciones negreras de mi beca, inframileurista. De la precariedad de medios de mi trabajo. De cómo cuando se me acabó la beca estuve traajando mientras cobraba el paro, con la indefensión legal correspondiente. De cómo después cobré de no sé dónde, y finalmente trabajé gratis mientras dedicaba media jornada a buscarme la vida con una beca misérrima en otro sitio. De la sensación permanente de burn-out y de estar completamente sola.


Me pregunta una tipa ahora por el estrés psicolaboral y psicosocial y claro que me puedo quejar. ¿Pero con la mili que yo tengo? Contenta estoy, y hay que tener presente que esto es España, un país poco decente.
A los becarios les mandaba yo a pasar por lo que yo pasé, a ver si se quejaban de trabajar a destajo.
Después la tecnico de prevenció comprobó in situ la situación de nuestra lata de sardinas. Se escandalizó de ciertos incumplimientos en tema de salud laboral. "La salud es lo primero", insistió varias veces.
Hay que tener cuidado con insistir en estas cosas en ciertos ambientes, donde la gente confunde constatemente los derechos laborales y la preocupación por la salud sociolaboral con venir a pasarse el rato a un sitio en el que no hace falta implicarse demasiado, en el que pasar las horas muertas jugando al Farmville se considera horas trabajadas que no necesitan ser compensadas, donde tener cierta productividad se considera trabajar a destajo y donde si el jefe no comparte tus bromas de patio de instituto, se le considera un borde clasista. A ver si con el tema de "la salud es lo primero"seguimos abusando del concepto "trabajar para levantar un país".

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