3 de enero de 2007

Es poco ético abusar de los frikis (Taberna Alatriste)

(Crítica gastronómica quejosa del restaurante TABERNA DE ALATRISTE.
C/ San Bruno con Grafal . Tfno: 91 366 18 83)

Era de prever que, pese a la tradicional miopía empresarial española, alguien aprovecharría el tirón del Capitán Alatriste para decorar un restaurante de cocina tradicional castellana. Por eso cuando recibí noticias de que habían abierto la Taberna del Capitán Alatriste en Madrid (sin participación económica del Arturín) quise ir inmediatamente.

Me empapé de las referencias que sobre dicho restaurante encontré en la red. La web oficial del restaurante es como los atisbos de cultura general de Britney Spears: no se vislumbran. En las guías de restaurantes on-line, de todos modos, pude ver la dirección (confusa), el teléfono y el precio estimado por persona (35-45 euracos por persona, que con mi candidez característica considere un poco sobreestimado).
En los foros de fans del Arturín, cómo no, sólo se habla con entusiasmo de lo superchachi que es el sitio y lo superfantástico que se come, y la cantidad de quedadas que se realizan allí, incluso se cuelgan fotos, pero hay pocos comentarios objetivos, y lo más sorprendente de todo, nunca se menciona lo que cuesta darse allí el gusto.
Algo mas crítica es esta reseña, escrita por un pijo algo repipi, de los que piden un Marqués de Riscal cosecha de 2001 y dicen que "es fino" y les cabe de postre un arroz con leche, pero que se echan las manos a la cabeza cuando ven un cuadro pseudo-barroco en las paredes. Vamos, la típica persona que no ves comiendo en un Vips.

Así que bueno, ya que he he ido intentaré aprovechar el SABLAZO que nos dieron al Maromo y a mí (atención a la referencia espadachinera) para llenar el vacío de referencias hacia este restaurante y ayudar a los que pululan por al red como vaca sin cencerro buscando opiniones antes de gastarse los cuartos en abrigar los riñones con viandas castellanas.

Si eso es una taberna yo soy el Conde-Duque de Olivares

La taberna está situada en una esquina no muy transitada. Lamentablemente, salvo la decoración, la vajilla y algún que otro cuadro al estilo Velásquez, ese restaurante podía ser del Capitán Alatriste o un asador cualquiera. La decoración (con las paredes empedradas, los ya mencianados cuadros, las escaleras de madera, las mesas macizas, las brasas de la cocina a la vista de todo el mundo, etc) es la típica de los asadores castellanos al uso. No hice un tour turístico por el restaurante entero (hay unas catacumbas en el piso de abajo y por lo visto una biblioteca en alguna parte), pero el nivel de frikismo alatristero me pareció escaso. Eso tiene una parte buena y una parte mala. La parte buena es que es relativamente inesperado y sorprendente, y supongo que elegante. La parte mala es que quien va a la taberna de Alatriste es porque poco o mucho, se ha leído los libros y es un poco friki. Y qué menos que una gran foto con el Arturín abrazándose al cocinero (aunque el Arturín me da a mí que es de pocos abrazos) o del Viggo Mortensen con la boca abierta metiéndose 500 gramos de lomo de buey entre pecho y espalda. O picas y espadas alatristeras colgadas de la pared, o una armadura de la época, o un mapa del Imperio Español del XVIII, o cualquier y previsible frikada. Pero lo único particular que vimos para dar rienda suelta a la imaginación fue el libro de visitas, y no escribimos nada.

La mesa embrujada

El restaurante estaba a petar pero pudimos encontrar enseguida mesa para dos. “Tendrá que ser para no fumadores”, dijo el camarero con carita de pena, como si nos estuviera ofreciendo lo peor de la casa. Y es que cómo debe de estar el nivel nicotínico en los restaurantes caros del interior, madre mía. La que monta la Espe.

Nos meten en una mesa para cuatro muy cerca de la entrada, y resulta que está coja. "Ya se sabe, estas mesas macizas...". Así que venga a calzar la mesa con unos corchos. Después el camarero tuvo que desplazar la mesa, ya con las copas servidas, para hacer sitio a la mesa de al lado, y veeenga otra vez con otro corcho. Como nos había estado mareando el camarero nos suelta: “No os olvideis pedirnos que os invitemos a una copa”. Que casi mejor que decirlo hubiera sido invitarnos sin más, que con el disgusto del sablazo después uno se resiste a pedirlas.

El misterio de las cartas sexistas

Nos entregan la carta, que tal como yo había leído en internet, era un gracioso rollo de cuero atado con cintas, con el papel en forma de pergamino en el interior. La carta no es demasiado amplia ni tienen demasiada variedad: pocos tipos de carne, menos pescados, entrantes poco saludables a nivel cardiovascular, y en general un nivel calórico de los platos que me rio yo de las hamburguesas gigantes del Burger King. Ademas como entremés dan un plato con trozos de tocino bien crujientitos. Comida castellana, en definitiva, salvo que no había sopa de ajo.

Observo además que mi carta no tiene los precios puestos. Y aquí uno de los grandes errores de la noche, porque debería haberlo comentado en voz alta, o al camarero, que cómo es que la carta no tiene los precios puestos. Pero no sé si sería el restaurante chic o qué, que la noche me confunde o algo, que pensé que quizás el Maromo tampoco tenía los precios puestoso alguna paranoia y no dije nada. Pero resultó que el Maromo sí tenía los precios puestos en su carta y por eso su cara no era tan risueña como la mía.

Esta anécdota dio lugar a un debate sobre si fue deliberado o no que a mí me dieran la carta sin precios y al Maromo, la carta con precios. En teoría las cartas están enrolladas y no habría diferencia externa entre unas cartas y otras, y además las tenían apiladas en una caja frente a mí. Pero también es verdad que yo me fijé en que mientras en la carta del Maromo el cuero tenía grabadas dos monedas (sellos redondos, interpreté al principio), mi carta era lisa y sólo tenía la marca de la letra A y la espada, la señal de Alatriste. ¿Machismo recalcitrante? ¿Casualidad? Es la típica cosa por la que merecería cantarle las cuarenta al camarero y exigirle que trajera cartas con precios a los dos, o en todo caso a mí, que soy la que siempre tira de tarjeta. Si me hubiera dado cuenta al momento, me hubiera entrado idea de pedir la hoja de reclamaciones, fíjate. Así que sólo ese detalle, mal.

A lo que importa

¿Los precios? Migas a la Lebrijana, 10 euracos; chistorra , 8 euracos y pico; jarrete de cordero, como 14 euros. Los platos eran generosos , claro que sí. Lo que adelgace la Visa, eso engordas tú.

El camarero era el típico camarero que según las críticas que había leído tendría que ser amable, pero con esa simpatía que resulta un poco cargante y entrometida, además de artera por lo que se vio después. De los que te preguntan que tal va todo, te corrigen los pedidos y te hacen sugerenciasque no puedes rechazar.

Aparte de agua, pedimos vino de la casa, pero no el crianza de 2001 porque el Maromo, que era el único que había visto los precios, estuvo rápido, aunque yo que tenía la mente en Flandes no le supe seguir el pensamiento. Así que nos trajeron una jarra de cristal con uno vino bastante corrientucho, y una botella de agua.

Las migas a la Lebrijana (la única innovación de la Lebrijana al plato es aportar un huevo frito encima) estaban buenas y jugositas, pero no valían 10 euros. El plato de chistorra era abundante y estaba buena, pero para mi gusto sobraron porque no hay que cebarse con el primero en estos sitios.

Como bueyes nos metimos bajo el arado

Después, aunque habíamos pedido jarrete de cordero los dos, el camarero nos sugiere el lomo de buey (que en las reseñas lo ponían como plato estrella, muy bueno).Y como entendí que el camarero nos ofrecía un único trozo de lomo grande a dividir entre dos (o sea una ración grande para dos, no dos raciones, y eso es lo que hago yo siempre con mi madre cuando compartimos el cochinillo) pues accedí. Pero el Maromo, que era el único que había leído el precio (23 euracos el lomo), no lo vio tan bien, pero se calló, se hizo el pedido y la tormenta llegó después, cuando se descubrió la estratagema de las cartas sin precio. Pero no me dejó cambiar el pedido y yo ya estaba mala pensando en que encima me tendría que zampar medio kilo de carne sanguinolenta, más las patatas fritas y el pimiento verde, a 5 euros cada plato de guarnición, que también nos había endosado el camarero.

Así que llegó el lomo de buey, que era simplemente un trozo grande de lomo (la mitad grasa) cortado en trozos, con la carne roja pero no sanguinolenta, y que realmente estaba muy bueno. Y que lo diga yo tiene mérito porque yo hace tiempo que dejé por imposible la carne de más de un centímetro de grosor. Nos comimos casi todo el lomo y los pimientos y sólo dejamos la grasaza y algunas patatas. Luego pedimos los cafeses, bastante ofuscados, dejamos "propina de castigo" más flaca de lo debido y nos fuimos sin muchas risas. Porque efectivamente, pese a servir un sólo trozo, cuando llegó la dolorosa nos cobraban dos trozos de lomo de buey, y ahí si que realmente no se sabe dónde meten los 23 euros por cabeza, porque tampoco tocabamos a tanto. Porque por 23 euros por cabeza dan ganas de practicar la coprofagia después, aunque solo sea para amortizar.

Pero no se nos ocurrió lo de la coprofagia, soltamos los casi 90 euracos y nos fuimos sin reclamar la copa prometida, más con cara de "no nos volveréis a ver el pelo" que otra cosa.

Resumiendo que es gerundio

Colorín colorado, mala relación calidad-precio, demasiado carero, poco friki, y mi recomendación es que ni los alatristeros se pasen por allí, salvo caso de frikis miopes para los que 45 euros por persona es "lo normal en estos casos".
Yo todavía tengo una edad y pertenezco a un estrato social en el que más de 25 euros en una cena deben disfrutarse de veras pues constituyen un capricho de excepción.
Para comer comida castellana, recomiendo el descubrimiento del Maromo, el Antigua Casa Patata, que por menos de 30 euros por persona te dan migas y asado que sales rodando del restaurante con menos sensación de que te están estafando, con una decoración tambien típica, sin sucedáneos de Velázquez y no tienes que costear las letras grabadas en la vajilla.

No me voy a poner a cagarme en todos los muertos por todos los foros de frikis del Arturín, pero no por falta de ganas, sino porque espero que en este blog la crítica ya tenga la suficiente acogida. Poco a poco me acerco a las 1000 visitas...y vale que la mayoría son mías y de amigos, pero no me visita mi madre.
Mi recomendación para este año: ¡disfrutad cuando comáis, pero también cuando caguéis, que esa caca os puede haber costado muy caro!.

4 comentarios:

  1. Madre del amor hermoso... 90 eurazos!!!! Te (nos) veo yendo de chinos seis meses seguidos ;)

    ResponderEliminar
  2. No te preocupes, de perdidos al río. En estas fechas, ya se sabe...Lo que no me gasto en regalos paternos me lo gasto en esto...:P

    ResponderEliminar
  3. Tal como estan los precios en los restaurantes ultimamente, los precios que pusiste en un primer momento parecen "normales". Eso si, lo de un trozo de buey por 46 eurazos del orto y guarniciones a 5 euros por barba...eso clama a Wotan...
    Eso si, me he reido un huevo leyendote ;-)

    ResponderEliminar
  4. "Si eso es una taberna yo soy el Conde-Duque de Olivares"

    Colosal la crítica, un placer leerla pese a no ser muy amiga de las críticas gastronómicas. Tu tono me recuerda al de "Arturín"... no sé si intencionadamente o no, no como los de la taberna... ilu también ver por ahí mi dibujo. Saludos wapa!

    ResponderEliminar