12 de enero de 2007

Los frikis de mi vida (III): la Radical Woman

Una de las aficiones preferidas de todo estudiante universitario es poner motes a sus compañeros y profesores. Hasta donde yo sé, no se han publicado estudios científicos contrastados sobre cual es la media de motes que crea cada grupito de amigos universitarios, ni qué intervalo de motes es el más cercano a la normalidad.

Mis amigas y yo teníamos tantos que un día hicimos una lista: estaban el Roller, el Macho, la Pájara, la Ebony Sensulls-te-voy-a-sacar-los-ojos-y-te-voy-a-rapar, el Meni, el Gilipollas que es Imbécil, la Mano Negra, el Caballo, Darth Dinky, el Príncipe de las Tinieblas, el Pulparro, el Paquetorroman, la Supermodel, el Obélix (no, no era una burla sobre su obesidad, si no que fue un chico al que no se le ocurrió otra cosa que pipetear con la boca y dio un mal trago de agua con tierra llena de Clostridium), l’Albert Forats, l’Albert Bonaolor, el Mirror Mirror (éste era un jevi con un pelo maravilloso que siempre iba con una camiseta de Blind Guardian) , el Pseudo-Mirror Mirror (éste era otro jevi con un pelo aún más maravilloso que el Mirror Mirror y que también iba siempre con camisetas de Blind Guardian), y más de dos docenas largas de motes más. Había algunos personajes afortunados que recibían más de un mote. Así que yo creo que estábamos sembradas.

Uno de los motes que creamos fue el de la Radical Woman. Era esta chica una moza de las que pese a ser pelín distante e individualista, llamaba la atención y era conocida de vista por todo el mundo. Empezó a venir a clase con su carpeta de Metallica reciclada del instituto, totalmente hecha caldo, con fotos de Metallica algo rancias, el forro agujereado y medio arrancado, las esquinas destrozadas y las gomas a punto de dar el último suspiro. Así que al sector jeviata de mi grupo (otra y yo, no os vayáis a pensar) le entró enseguida por el ojo. Iba permanentemente con sus vaqueros, sus zapatillas hechas caldo, sus camisetas jevis bien amplias, su cazadora vaquera, sus pelos rizados despeinados, sus auriculares permanentemente colgados y, en definitiva, con toda la vestimenta y actitudes que constituyen el peor disgusto para una abuela bienintencionada, de esas que sólo esperan ver a sus nietecitas convertidas en señoritas de bien, de las que nunca dicen en voz alta la palabra “bragas” y van con faldita, se sientan con las rodillas juntas y no tienen roña bajo las uñas.

No era muy amigable, como ya he dicho, y sólo cruzamos un par de frases con ella, referentes a su gusto musical. Comprendedlo, dos manowareras super trumetal, hablando con una metalliquera a la que le gustaba el Reload!!!! Nos echábamos las manos a la cabeza. Por aquél entonces no la llamábamos aún la Radical Woman. No sé si tenía mote. “La de la carpeta de Metallica”, supongo.

El caso es que espero que podáis imaginaros a esa chica, no muy alta, pelín rechoncha, no muy agraciada de cara, con su vestimenta poco femenina y la carpeta con las fotos de Metallica tan petada que parecía que iba a reventar.

Llegó el verano, pasaron los exámenes, hubo vacaciones, y de vuelta de vacaciones nos encontramos con que la chica había sufrido un cambio de imagen increíble. Nos aparece la tía con zapatitos de tacón un poco alto, pantalones de pinzas con la rayita bien marcada, chaqueta de piel y camisas bien monas, y un peinado Llongueras súper moderno de estos asimétricos de lo más fashion. Y no sólo un día ni dos. Ya siempre empezó a venir así, hecha un pincel. Eso sí, con la misma carpeta de Metallica hecha caldo. Vamos, que la quedaba como a un Cristo dos pistolas. Ella hecha toda una vendedora de seguros y la carpeta destrozada al lado. Que yo decía: pero mujer, tira esa carpeta guarrindonga, hombre, que no te pega nada. ¿Será por fotos de Metallica? Para estos casos regalan una carpeta nueva cada año de carrera...Pero allá iba ella, con el pelo asimétrico, los mismos tacones (se debió pulir el sueldo en la ropa, que no en los zapatos), y la carpeta a medio desintegrar.

El caso es que rápidamente empezamos a formular hipótesis que justificaran ese cambio tan radical. Unas decían que simplemente se había cansado del desaliño anterior. Otras que se había echado novio y se arreglaba más. Otras, que con el tiempo había sustituido las ropas de supervivencia en el instituto por otras más universitarias. Otras, que la obligaban a ir así en el trabajo. Yo me decantaba por la idea del novio o del trabajo.El caso es que no dormíamos con la duda sobre por qué la Radical Woman ahora iba vestida así.

Así que un día que la pillamos por banda intentamos comentarle sutilmente, qué, que ya te hemos visto como vas ahora, jeje, que cámbio...Y ella nos respondió, muy seria, con esta frase lapidaria:
-Sí, es que me he hecho mayor.
Y nos quedamos de pasta de boniato.

Dejo abierta a la reflexión de cada lector el contenido filosófico del asunto y las interpretaciones morales de la respuesta, porque encierran las grandes preguntas del Hombre, todas las incógnitas de nuestra Sociedad.
Yo sólo diré que esa chica, pese a los muchos años pasados, sigue andando por la facultad y que ha vuelto a sus vaqueros anchos, sus camisetas y jerseys descuidados, su pelo despendolado y sus walkman. Eso sí, de la carpeta de Metallica, ni rastro. ¿Un lobo no se vuelve cordero en un día? ¿Ha de volverse el lobo cordero? Qué profundo.

2 comentarios:

  1. Aiiins la niña!! Que se ha hecho mayooooooor!!!
    Anda que no me tiembla el maxilar y rebota el pectoral cuando me acuerdo de quienes me han dicho eso...

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  2. Qué carácter tan inestable y tornadizo, no?

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