19 de septiembre de 2009

La nueva casa del Metal (avance)

Se acerca el día que todos estais esperando; la presentación de las fotos de la nueva Casa del Metal, una casa que está más al sur que la anterior, más cerca del Monte del Destino. Una casa que nos va a dejar sin vacaciones muchos años para poderla pagar, una casa donde celebraremos la mayor cantidad de fiestas posibles antes de que el Euríbor nos eche de ella, una casa en la que ojalá que puedan nacer mis hijos. El único piso que nos gustó de todos los que vimos, que encanta a todo el que lo ve, pero con un gran defecto: está como un poco a tomar por culillo. Qué se le va a hacer, engrosaremos las filas de capitalinos de corazón expulsados a la periferia por el precio de los pisos.

La fecha de la mudanza es indeterminada pero hemos ido llevando las suficientes cosas como para tener la casa hecha un almacén, así que está impresentable y descolocada. Antes de que empiece a parecer un conato de hogar os presento las fotos de la única parte de la casa que está aceptable: la terraza. Sí, amigos, el piso tiene ese peaso de anexo en peligro de extinción llamado terraza, una terraza del copón, o como yo prefiero llamarla ahora que tengo muchos amigos fumadores, narcosala con vistas.
Y precisamente como las vistas y la orientación son otro de los grandes pros del piso, pues eso es lo que os enseño para que vayais abriendo boca.
Imagen de la narcosala en sí, con las primeras plantitas incluidas. Doce metros cuadrados especialmente diseñados para atraer polvo y arena a fin que después un colega del Maromo se pasee descalzo y plante la peana en toda la pared, a fín de que Angainor tenga que venir después con un paño a limpiar las putas pisadas y a recoger las putas colillas que dejó. Pero no todo fue tan grave: dejaron las colillas en un tarro de cristal porque a pesar de que había media docena de ceniceros ya distribuidos entre la cocina y el salón, es sabido que un varón es incapaz de encontrar lo que necesita si no hay alguna criatura con vagina en un radio de 10 metros. La foto se realizó después de limpiar las pisadas, claro.
El "asomadero". La terraza de los segundos estaban descubiertas, pero el Maromo parece ser la única criatura en el universo que la prefiere así; todos los demás seres racionales que han opinado creen que es más bonita la terraza cubierta del primer piso. Y sí, se ve un bosque con trigales dorados al fondo, qué bucólico todo.
Visión del espléndido bosque que bordea el arroyo que hay enfrente de mi casa. a) Garantizará que nadie me construya un edificio feo delante. b) Me llenará la casa de pelusillas de chopo amenazando con volverme alérgica. c) Crea un microclima en esa parte del pueblo donde corre algo más el aire y se está más fresco. Las fotos están sobreexpuestas porque la luminosidad al mediodía es brutal. Y qué me decís de esa peacho piscina para pasar las tardes de verano domingueras intentando descubrir qué hijo prepúber de los vecinos es más gritón y gilipollas, o a mirar al socorrista y pensar cómo es posible que un tío que se pasa el día sentado a la sombra tocándose los huevos puede cobrar 1000 euros.
El bajo: tiene más terraza pero menos intimidad y cero vistas. ¿De qué sirve tener espacio para poner unas hamacas donde tomar el sol en bolas si en cualquier momento puede asomarse la vecina del primero haciendo fotos?
Visión izquierda: pádel donde los nuevos ricos se dedican a aznarear y torre de alta tensión, que que que que que qué preciosidad, madre mía.
Visión general del pueblo. Prueba de agudeza visual: ¿alguien puede distinguir un torreón del siglo XV en esa imagen?
Otra visión del pueblo con las inevitables gruas madrileñas al fondo. Caminito perruno en primer plano. Hay tres cosas que apetecen hacer cuando uno mira por mi terraza: a) Irse a curiosear al bosque, que tiene pinta de ser muy fresquito. b) Darse un chapuzón en la piscina. c) Seguir ese caminito para saber hasta dónde llega tanto a izquierda como a derecha. ¿O no?
Lo mejor: el conserje (?) ganándose el sueldo fregando no sé sabé qué coño. ¿Cagarrutas de pájaro? Lo más probable.

Qué lujo, que glamurización, que cosa más fina, poder sacar a tu hijo a hacer rallies por los largos pasillos sin cagarrutas de la urbanización.

¿Qué me decís? ¿Tiene buena pinta o no? ¿Os vendréis a tomar unos pelotazos en mi terracita una noche?

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