13 de julio de 2006

Ferran Monegal dixit (o escribit):
Acaban de meter a siete chicas y siete chicos en un hotel de lujo de Fuerteventura, lleno de cámaras, y les han dado carta blanca para que hagan lo que quieran. O sea, una ratomaquia de verano para 14 jóvenes, de entre 18 y 24 años (Libertad vigilada, A-3). Como era de esperar, cada día se desmadran. Se emborrachan, vomitan, se bañan en pelota picada, se meten mano, dicen tacos, montan orgías sensacionales y, por la noche, algunos se acoplan desenfrenadamente en las selectas camas del lugar. Hasta aquí, absoluta normalidad. Lo raro hubiera sido que estas 14 criaturas se hubiesen dedicado a rezar el rosario. Pero el plus de este programa consiste en poner a mirar a sus padres por el ojo de la cerradura, o sea, por el circuito de TV que tienen instalado. Y sin que los jóvenes sepan nada, claro. ¡Ah!, el voyerismo de los progenitores espiando a sus vástagos es bárbaro. Los que peor lo pasan son los papás. Al menos, aparentemente. Las madres son más sufridas. Más duras. Pasan un calvario. Pero aguantan. Los padres, en cambio, se desmoronan cuando ven a su hija --¡la niña de mis ojos!-- en pelota picada, encuerada, procaz, despendolada y metiendo mano --y alguna cosa más-- en el paquete de alguno de los pollastres allí congregados. Ya hemos visto a algún padre, desencajado, levantarse y exclamar: "Prefiero no verlo. Yo no quiero ver más". Y marcharse por la puerta absolutamente derrotado. Hombre, este tipo de crueldades no son ninguna novedad. Jordi González ya nos hizo Engaño (T-5), que era lo mismo, pero entre parejas. También Francine Gálvez montó hace años una especie de puticlub en Portugal (Confianza ciega, A-3) que resultó ser una fábrica de cuernos fantástica. Queda ahora por hacer las orgías entre padres, con sus hijos espiando. A ser posible, hijos menores de edad. Y que vayan aprendiendo las posturas del Kama-sutra de mamá, pero no con papá, sino con un señor de Barbastro. Todo por la infancia.

...¿Qué puedo decir?
LOL

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