Ahhhhrrggg, ahora que se acerca la Navidad me ha asaltado un fantasma del pasado del que me costará librarme...Es el fantasma del juego “EN BUSCA DEL IMPERIO COBRA”! Del que podéis leer un comentario bien guasón en Viruete.
Se lo regalaron a mi hermano cuando salió y ahora mismo estoy por pedírmelo de reyes, tal es la añoranza que me invade. Siento que no deseo morir sin haber saboreado las mieles de viajar por el reino de la selva (Khytya), el del desierto (Vendha), y el de hielo (yo qué coño me acuerdo), y sin que mis hijos se tiren de los pelos cuando un rival desperdicie la carta del Ave Fénix utilizándola para viajar en vez de guardarla como oro en paño para cuando tocara enfrentarse a la Cobra.
Pero si me lo regalaran sería la versión renovada, y yo la que quiero recuperar es la versión antigua, ¡¡la casposa!! ¿En qué lúgubre rincón de la casa del pueblo estará enmoheciéndose? ¿En qué montaña de basura se habrá desintegrado? ¡Ah, jamás me perdonaré haber rechazado un tesoro así! Cuántos recuerdos, y eso que en su día era un juego que no supe valorar bien. Esos guerreritos con cuernitos (a mí nunca se me rompió ninguno), ese dado rojo que se desteñía con los puntos dorados que se despintaban, esa Cobra que según el lote del juego era verde o plateada (cuando te tocaba la verde daban ganas de ir a estrangular al señor Cefa con tus propias manos, por cabrón). Jo, cuántos recuerdos. Mi frase preferida de la toda literatura infantil universal es la de “En el fuego eterno veo”...¡¡¡ir a las montañas esas guarrindongas de la avalancha con el amuleto de oro!! Mi héroe preferido, creo recordar, era el blanquito, el de hielo, por aquello de que me daba penita que viviera en un sitio tan malo, pobrecito él, que debían estar infralalimentaos los pobres. Debía ser pelín miserable, necesitaba calor femenino. En cambio al del reino de las arenas le veía muy arábigo, o sea, machista. Fuera. Y el de la selva, claro está, debía ser muy zafio y brutote. Así que ya en plena infancia prehormonal yo ya tenía desviaciones sexuales extrañas hacia el de los cuernecillos blancos, que debía ser un chicarrón en plan vikingo, sanote.
Mi primo no tenía el juego y se dedicó a fabricarse uno en unos cartones, pintando a mano los dibujos y las cartas. Los guerreros eran muñecajos diversos (algunos reciclados del belén) y la Cobra era...¡¡¡una Pin!!! De cabello rosa. La monda. Y allí estaba, dando vueltas esperando que te mirara de frente. Envidiosa de lo bien que les había quedado, yo me fabriqué uno a mi gusto, con nuevas armas y misiones (las armas eran alcaparras, cedés de Julio Iglesias, un calcetín sudao si mal no recuerdo)...pero cometí el error de que cada misión se completaba con un arma diferente, con lo cual pasaban milenios hasta que te tocaba la carta dichosa, ¡¡y la Cobra te la podía anular!!! Así que el juego se eternizaba, y a mi pobre primo le tocó sufrir mi falta de previsión. Y es que hasta para diseñar juegos hay que saber, qué cosas.
Postdata: Presa del furor y de una palpitación, he ido a Ebay. Lo he encontrado. La versión antigua. Sin troquelar. He pujado. Va a ser mío. A cualquier precio. ¿Me arrepentiré?
Dios mio...el imperio cobra. Que recuerdos me embargan.. :D
ResponderEliminarLa pagina de viruete es una mina ;-)
Por cierto, ya vi el documental de caza de Eric Adams...sin palabras...jajajajajajaja.
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