3 de noviembre de 2006

Los hay que nacen cansaos

La ínclita Lady Táper, (¿os acordais? Aquella a la que encolomaron al que se llevaba el táper de macarrones de la mama a las reuniones sociales), sin ir más lejos. Presa de la crisis de los 30, se compró piso a los seis meses de tener su primera pareja y empezó un suplicio de reformas y compras de muebles antes de irse a vivir. Porque claro, imagínate que te tienes que ir a vivir a un piso que conserva las mismas puertas que dejaron los constructores. ¿Esto qué es, el tercer mundo? Parece mentira que a estas alturas del siglo XXI se les exija a una pareja de jóvenes tener que irse a vivir a un piso que no tiene puertas nuevas, de mejor calidad. ¿Y qué pasa si el piso tiene un tabique que no te gusta? No puedes dejarlo estar. Luego vienen los problemas de salud, las depresiones, la ansiedad, las angustias. Claro, claro. El caso es que dos años se tuvo que estar la chica de sufrimiento en sufrimiento. La odisea llegó al clímax un verano que, entre la falta de dinero y la necesidad de reformas, no pudo tener unas vacaciones decentes, ni irse a Cuba o a la China como otras compañeras. De verdad es que a una se le hace un nudo en el estómago pensando en las lágrimas que habrá derramado esa pobre chica, el insomnio, las penas y los sufrimientos por no poder haber salido de su ciudad en verano. Mira que se quejaba mi abuela de la post-guerra, pero mucho peor lo de esta chica, dónde va a parar. Tanta es la desazón que la invade y su estado de nerviosismo que se mantiene ajena de las novedades políticas, literarias y cinematográficas, porque el piso le tiene absorvido el pensamiento.
Lo peor de todo es que después de tantos pesares y tribulaciones, tras estos años de lucha, aún no puede irse a vivir porque le falta un armario. Y claro, tiene que ser un armario bueno, no un estante guarrindongo del Ikea. Porque si no hay ese armario, imagínate que hace la mudanza y le queda una caja sin desembalar. ¡UNA CAJA SIN DESEMBALAR! Y la tiene que dejar ahí, en el pasillo, o en una habitación, no sé, una semana, un mes, un año…¿Cómo se le puede pedir a un ser humano tamaño sacrificio? Ese desasosiego, ese desequilibrio, esa falta de armonía en el espíritu, ocasionada por el hecho de tener que ver una caja sin desembalar en medio de la casa. ¿Dónde están los políticos, que no hacen nada por solucionar estos gravísimos problemas de la juventud?
Así que claro, la pobre no ha podido independizarse todavía. Así de paso, alargará sine die el amargo momento de dejar el hogar materno, y retrasará ese suplicio, ese castigo divino, esa tortura espiritual que supone prepararse el táper cada día, y hacerse la comida, para ella y para el costillo. Porque de verdad, es que sólo de pensar que alguien se tenga que preparar cinco tápers semanales ÉL SOLO, ufff, de verdad, apenas puedo seguir escribiendo estas líneas, me entran unos sudores fríos, noto palpitaciones.
Luego hay más temas. Porque la Catedrosis Múltiple y demás compañeras han intentado convencerla de que recicle. Y claro, ¿os imagináis qué ha dicho? Pues evidentemente que NO, que no se le puede exigir a una persona que está sometida a una jornada laboral maratoniana de 8 a 5 (con jornada intensiva los viernes y dos días saliendo antes por la tarde para ir a inglés,a ver si avanza algo en saber pronunciar What’s your name?) que encima haga un sobreesfuerzo y separe las latas. “Es demasiado trabajo, que no, que no”. Literal.
Así que los hay que nacen cansaos. ¿Y tengo que venir yo a darle órdenes a esta chica porque tiene que liberarme a mí de trabajo? La gente que se ahoga en un vaso de agua, la verdad, no se sabe si merece la molestia de darla un par de hostias.

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