19 de agosto de 2006

Una puede aguantar casi todo en una película. Tomates en pleno Imperio Romano. Mapas del Mediterráneo con precisión de foto del Meteosat en tiempos de Augusto. Loas a Mahoma 6 siglos antes de la Égida. Pero estar cocinando canelones y oir que en la pésima peli que estás medio viendo ("La Feria de las Vanidades") sale la protagonista disfrazada de odalisca a principios del siglo XIX intentando aparentar que baila medio bien al estilo oriental El Salam, canción de Hakim editada en 2002, conocida de sobras por todas las alumnas de danza del vientre por más que esté versionada con instrumentos antiguos, ya es el colmo. Y lo peor de todo es que ese libro lo tengo esperando para leer en inglés cuando me acabe el soporífero A tale of two cities, que es una tortura de la que todavía no se han dado cuenta en Ginebra. Me esperan tiempos agónicos. Por cierto, buenísimos los canelones, con carne picada, sobrasada, huevo cocido y unos restos de paté a las finas hierbas que había. Muy sabrositos y en su punto, y la bechamel me ha salido como nunca. Si es que valgo un Potosí.

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