3 de agosto de 2006

La triste historia de Manolo (II)

Si habéis asimilado bien lo escrito en el capítulo anterior, poca cosa me queda decir de Manolo. Las personas se definen por sus obras. Quizá aún pueda añadir algún detalle que otro. Por ejemplo, una de las ilusiones de su vida era, cuando se comprara un piso, grabar una película casera en ella antes de pintarlo, de manera que se pudieran dibujar decorados gores en las paredes y armar mucha gresca sin miedo a ensuciar nada. Eso me lo confesó en repetidas ocasiones y yo, la verdad, salvo la desconfianza de que después de pintar el piso no quedaran vestigios de las calaveras del decorado anterior, no ponía ninguna objeción a la idea. No es que yo me planteara matrimonio ni nada con Manolo, porque la tensión entre él y yo se podía filetear, no existía esa comodidad mística que uno siente con la pareja adecuada. Por eso cuando por fin, haciendo realidad mis temores, se me declaró de forma bastante vulgar, le solté la típica frase de la que no estoy nada orgullosa. Me hizo sentir muy mal, pero la verdad, teniendo en cuenta que encontró sustituta en un mes, es de suponer que el disgusto se le pasó pronto. Pero estoy desordenando la narración.

Yo conocí a Manolo en la Nochevieja del 2000, que es la mejor que yo haya vivido y que fue la mejor pseudo-entrada de milenio que yo podía esperar. Creo que empecé a hacerle tilín a Manolo en plena crisis etanólica (de Manolo), cuando nos sentamos en un aparte ya en la alta madrugada y empezamos a hablar de libros y frikadas (todo muy tópico). Manolo era la típica persona que no había logrado pasar del Ainunlindalë, y yo le estaba recomendando que no lo dejara, que el Silmarillion al final recompensa. Como Manolo es de los de borrachera tierna, de los de “me caes muy bien”, “te quiero mucho”, debió gustarle que yo le escuchara. Y si no fue eso fue mi vestido de terciopelo rojo con botas negras de tacón, más no me explico.

El caso es que pidió mi e-mail (alarma) y empezamos a escribirnos. Mails muy largos, de los de explicarse la vida y las paranoias, que desde los tiempos de Ancalagón el Rosa y el Impli (these are other stories to be told) no me cruzaba yo, y que echaba de menos. Y como trabajábamos los dos cerca íbamos, al menos una vez a la semana, a comer al Kiku Chan (a él le debo mi ansiado desvirgamiento japonesil). Incluso fuimos al cine a ver Torrente II (aquella en la que se muere Franco). Pero juro que, pese a todo, no le di esperanzas.

Pues bien, está claro que amistad sin guarnición no es lo quería de mí, porque fue darle calabazas y me dejó de escribir mails. El japonés perdió clientes. Me informó la amiga común que nos había presentado que es que se había echado una novia pija. Novia, que según parece, ya conocía de antes, y que le derramó una copa por encima, o se la tiró adrede por grosero, o algo así, porque parece que no se cayeron demasiado bien la primera vez. Manolo era, o es, un poco zafio, para qué nos vamos a engañar, así que la combinación no es muy ganadora. Pero se ve que Manolo ya había posado sus ojos. El caso es que no me preguntéis como pero empezaron a salir.

Nunca vi a la tal novia. Uno de los cambios de actitud de Manolo es que no la quiso presentar oficialmente, según parece porque la novia no quería intimar mucho con los amigos de Manolo. Es decir, ya los conocía de antes y decía que tururú treinta y tres. Y ya me diréis qué culpa tengo yo, que soy super modosita y super pulcrita, no avergüenzo a nadie. Así que todo lo que sé de ella lo sé por terceros y especialmente por una tercera que no es 100% fiable, pero teniendo en cuenta lo que ha ocurrido y que lo que cuenta es coherente y verosímil, lo podemos considerar como verdad.

Esta chica me la vendieron con la etiqueta de “pija”. Por lo visto pija de actitud y de vestimenta también. Estudiaba periodismo y trabajaba al mismo tiempo, porque los trapitos cuestan dinero. Rozaba la treintena (un par de años más que Manolo) así que mucho debía trabajar para columpiarse tanto. Vivía con los papis en el Raval, y sus padres no la dejaban volver sola a casa. Y mucho menos en metro, supongo que más que por ser un medio de transporte para obreros, sería por la inseguridad (y eso que yo lo más amenazante que me encontrado en el metro a lo largo de mi vida aparte de borrachos fue el pakistaní que me hacía piececitos, como ya conté, y eso fue a plena luz del día...). Además la chica tenía que estar en casa antes de las dos de la noche, y cumplía con el horario sin rechistar. ¿He dicho ya que la chica rozaba la treintena?

Sin conocerla mucho más, uno puede empezar a sospechar que no es de las que están dispuestas a filmar una peli casera pintando en las paredes del piso nuevo antes de irse a vivir en él. Tampoco dispuesta a asistir a un concierto de Judas Priest ni a abrir la boca con admiración ante un relato porno gore titulado “La chuleta sangrienta” y firmado por un tal Ojete Profundo....Pero es que eso no es nothing. Porque la cosa fue mucho mucho más allá...

(continuará)

3 comentarios:

  1. Yo recuerdo la nochevieja de 2002 a 2003, que fue en la que nos conocimos. La cosa fue cuanto menos curiosa, con D. intentando ligar contigo y yo intentando apartarte para hacerme una foto con D. y M. XDDD. Mientras, FallenAngel acababa con las existencias de alcohol, otros aprovechaban para iniciar una relación que aún dura, cimentada aquel día en el dicciopinta XD.

    ResponderEliminar
  2. :) doy fe de todo lo aquí expuesto, con ciertos matices que habría que pulir...

    xD te puedo pasar el texto del bistek... lo guardo con cariño, si quieres te lo envío (mi email sigue siendo el mismo), hace un año escribí otro texto muy bueno por el que me regalaron 8 kilos de kikos, pero este lamentablemente lo he perdido...

    ResponderEliminar
  3. Ehhh acabé con la existencias de whisky, que solo era una botella y al final tampoco la acabé que sobro un culo, tampoco fué para tanto :P

    ResponderEliminar