El amor no se puede mandar. Es todo lo que queda repetirme cuando veo que mi gran esperanza, esa persona con la que yo esperaba trabar gran amistad y que me había dado muestras de ser algo afín, que esperaba que me rescatara del aislamiento, con la que yo creía que volverían las sonrisas, el compadreo y el buen rollo, elige a cualquier otro como confidente, calla o baja la voz cuando yo hablo, no busca las ocasiones de hablar conmigo, ríe y bromea con gente con la que apenas tiene contacto, critica con los demás y me atribuye errores, parece que confabula a mis espaldas, no cuenta con mi presencia en la toma de decisiones de grupo y que en definitiva, no muestra interés es mi amistad. Y yo nunca he sabido, o he querido, atravesar esta serie de muros, así que de nuevo y por largo tiempo toca soledad.
Por cierto, los tulipanes se han marchitado. El exceso de agua parece que les ha podrido, justo cuando abrían sus hojas y mostraban más esplendor.
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