23 de octubre de 2006

El amor no se puede mandar. Es todo lo que queda repetirme cuando veo que mi gran esperanza, esa persona con la que yo esperaba trabar gran amistad y que me había dado muestras de ser algo afín, que esperaba que me rescatara del aislamiento, con la que yo creía que volverían las sonrisas, el compadreo y el buen rollo, elige a cualquier otro como confidente, calla o baja la voz cuando yo hablo, no busca las ocasiones de hablar conmigo, ríe y bromea con gente con la que apenas tiene contacto, critica con los demás y me atribuye errores, parece que confabula a mis espaldas, no cuenta con mi presencia en la toma de decisiones de grupo y que en definitiva, no muestra interés es mi amistad. Y yo nunca he sabido, o he querido, atravesar esta serie de muros, así que de nuevo y por largo tiempo toca soledad.
Por cierto, los tulipanes se han marchitado. El exceso de agua parece que les ha podrido, justo cuando abrían sus hojas y mostraban más esplendor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario