9 de octubre de 2006

En previsión de las futuras entradas en las que pretenderé justificar mi ojeriza por la Bienfollada et al., creo necesario aclarar, a modo de prolegómeno, una cuestión que yo creo fundamental para que no se me tache de injusta. ES POSIBLE VIVIR INDEPENDIENTE Y EN PAREJA SIN PASARSE TODO EL PUTO DÍA HABLANDO DE LA CASA Y DE LA PAREJA. Y ya de los hijos para qué contar. Otro mundo es posible, un mundo con conversaciones que no parecen salidas de la revista "Mía".
Esto parece una obviedad pero es que como podréis comprobar el núcleo duro de las críticas de todo el mundo hacia esas personas es su conversación monotemática sobre recetas de cocina, adquisiciones del IKEA, ideas de decoración, problemáticas hipotecarias y discusiones con los maridos (el 100% de la culpa es siempre del marido, creo que eso no hay ni que puntualizarlo). Estoy hablando de chicas de 28, 29 años. Las compararía con mi madre pero mi madre habla mucho de deportes y tampoco creo que sea una comparación justa. A mi alrededor encuentro, sin mucha dificultad, personas que viven independizadas de sus padres o que se ocupan en gran medida de las faenas domésticas, que están casadas o viven en pareja y que incluso tienen hijos, cuya conversación no está en modo alguno inundada de menciones constantes a lo que se tuvo que preparar de cena porque no había nada en la nevera, el egoísmo masculino, la manera en la que tienen montada la vida los demás, sus demostraciones de vacuidad y convencionalismo, la idolatría malsana hacia el catálogo del IKEA y demás asuntos domésticos, día tras día, año tras año. Sobretodo cuando están es compañía de terceras personas que ni siquiera han visto tu casa y por las que no se siente ni una punzada de arrepentimiento al pensar que quizás se aburran de la conversación y convendría cambiar a otra en la que el resto de oyentes o comensales pudieran participar e intervenir. Y casi mejor así, porque no suelen escuchar con interés o agrado nada de lo que el resto de la gente tenga que decirles sobre esos temas.

Porque no es que tenga nada malo en contra de las recetas de cocina (aún me relamo al pensar en esos pedazo canelones que hice), de la decoración (aunque me parezca de una pobreza espiritual extrema convertir tu casa en un calco de una revista de decoración) o de las anomalías domésticas (a todo el mundo se le estropea la tele o la lavadora) pero es que...cuando hay digo que hay gente MONOTEMÁTICA es que hay gente monotemática. Y lo siento pero debe ser que mi concentración de estrógenos circulantes no es suficiente como para tolerar de buen grado esas conversaciones.

Angustiada, me aferro a las numerosas personas de mi edad o más mayores que son capaces de hablar durante horas sin mencionar al marido, la sequía neveril o las 14 capas de papel pintado que tuvieron que quitar antes de meterse en su piso, o que hablan del último mueble que han armado sin necesidad de dedicarle a la información más de 5 minutos, ni que describen con precisión quirúrgica el proceso que siguió a descubrir que la cadena del inodoro no funcionaba.
Personas a las que puedo (no sin miedo) confesar mi problema de desequilibrio emocional cuando oigo ciertas conversaciones y me dicen: "¡¡SI, a mí también me pasa, yo también decidí hace tiempo que tengo que hacer oídos sordos!!"

A todas esas personas, GRACIAS, seguid así, no me defraudéis y espero que me comprendáis.

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