7 de octubre de 2006

Pillo en TV3 un programa para pasar la tarde desconectando las neuronas en la que quitaban hierro al tema del divorcio. Unos divorciados relativizaban la importancia de una ruptura sentimental, no la consideraban un fracaso y demostraban que tras un periodo de luto, salía el arcoiris. Nada en contra de esto último, aunque no sé qué tiene de malo reconocer con elegancia que no ha convivido con la persona adecuada o que pese a todos los intentos por mantener la pareja, a final la mejor solución fue romperla. La cuestión es liberarse de toda responsabilidad personal y recurrir al manido “si no pudo ser, no pudo ser”. Había en concreto una pareja de personas algo mayores que decían que el estado ideal de las pareja es estar enamorado (no me extraña que con esa confusión amor-enamoramiento, llegue un momento en que parezca que la pareja se ha ido al traste) y que ellos son novios pero viven cada uno en su casa para que la convivencia no arruine la pareja. Muy bonito hombre, viva el egoísmo: eso no es una pareja, son amigos con derecho a roce que van al cine juntos. Con tan pocas ganas de entregarse, de poner toda la carne en el asador y salir al ruedo sin capote, no me extraña que las parejas no duren. Qué poca paciencia. Además pensaran que la experiencia les había hecho sabios porque están escarmentados y actúan con prudencia, pero yo creo que en el fondo no han aprendido nada de su ruptura, solo han aprendido a formarse una concha y a aprovechar egoístamente lo mejor de las relaciones incumpliendo la letra pequeña.

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