7 de julio de 2007

Publicistas al pilón

Es de suponer que ninguna asociación se quejará de este anuncio. No es ofensivo para las mujeres ni para ningún lobby poderoso. No creo que el defensor del menor ponga reparos, aunque no me extrañaría que algunos colectivos de personas sensibilizadas con la educación de los menores puedan presentar alguna queja. El anuncio es de una nueva nevera Bosch que mantiene los alimentos frescos mucho más tiempo (como si dependiera más de la nevera que de las características del alimento, los muy cretinos) y constituye una demostración de cómo el mal trato (no me atrevo a decir maltrato) a menores sigue formando parte del subconsciente colectivo y despierta menos ampollas que las faltas de respeto a las mujeres, los homosexuales o los animales.
En dicho anuncio se ve a una madre poniendo a su hijo frente al temido plato de espinacas, terror típico de la infancia. No un plato de espinacas con bechamel y piñones gratinaditos, no. Un vulgar plato de espinacas a palo seco con un aspecto poco apetitoso, incluso para el espectador. Y claro, el niño, con cara de asco, se niega a comérselas. La madre, una madre de esas modernas con buen tipo, muy implicada en la buena nutrición de los hijos, le quiere dar a su vástago su buena ración de hierro, vitaminas y minerales, y ni corta ni perezosa opta por la vía más asquerosa, haciendo caso omiso de los antropólogos que relacionan el tradicional terror de los niños por las verduras con un comportamiento instintivo que les ayudaría a librarse de las intoxicaciones por vegetales venenosos (más frecuentes en la naturaleza que las carnes venenosas). El caso es que el niño se niega y la madre le retira el plato y lo guarda en la nevera. Al día siguiente le vuelve a poner el plato, el niño lo rechaza, la madre vuelve a guardar el plato en la nevera, etc. Así unos cuantos días y al final el niño le da una patada al frigorífico, causante de todos sus males.

El problema es que todo el mundo se identificará con la madre y aprobará sus métodos. Todos los niños hemos sufrido en nuestras carnes lo de comernos el plato asqueroso que rechazamos el día anterior. Yo estuve más de 24 horas en ayunas porque me negué a comer un plato de repugnante y pestilente repollo (plato que no había comido nunca antes porque mi madre no lo cocina, pero lo prepararon mis tías en el pueblo), sólo porque a mi padre le dio la presión de demostrarle a mi tío que él sabia controlar a sus hijos. Después de tener a su hija torturada de hambre durante tantas horas, impidiéndola comer otra cosa, la descubrió desesperada royendo galletas a escondidas, y al final pudo obligarla a comer el repollo frío acompañado de galletas para que entrara mejor.
Esa madre del anuncio, si realmente se tuviera por buena madre, debería comprender, antes que nada, que el asco que siente su hijo por un plato de apestosas espinacas blandurrias es normal, porque el aspecto del plato tira para atrás. Y que si quiere que su hijo coma espinacas, al menos que intente camuflarlas bajo una capa de sabrosa bechamel o queso rallado gratinado, o encerradas dentro de unos canelones. Otra opción sería también comprender que, aunque es admirable que intente enseñar a su hijo a comer de todo, no puede pretender que le gusten todas las verduras del universo, y menos las verduras tradicionalmente "asquerosas": seguro que ni ella misma come de todo y que tiene manías, y muchas manías de cuando era pequeña le fueron desapareciendo al crecer, así que...¿es razonable que le exija a su hijo un comportamiento que NADIE cumple? TODOS los adultos tenemos nuestras pequeñas manías, torcemos el morro ante determinados alimentos, y sólo forzados por la buena educación nos obligamos a nosotros mismos a aguantarnos el asco de llevarnos determinadas cosas a la boca.
Además, ¿de qué sirve forzar a los niños a que coman algo que les disgusta, si luego cuando sean mayores comerán lo que les salga de las narices y podrán dar rienda suelta a todas sus apetencias y manías? Son ganas de fastidiar a los chavales sin educarles, porque acabarán haciendo lo que les de la gana y librándose de la comida que les disgusta. ¿Acaso a alguien le ha funcionado el dichoso método? ¿Si falla tanto, por qué se sigue utilizando?

Esa madre del anuncio cree que está cumpliendo con su deber y que su hijo se lo agradecerá en el futuro, cuando vaya a comer a casa de los suegros y la suegra le plante un plato de asquerosas espinacas delante. Gracias a lo mal que se lo hizo pasar su madre de pequeño, se las comerá sin rechistar y quedará bien delante de los suegros. Pero lo más probable es que lo único que consiga esa mujer es traumatizar al niño, convertirle en un rebelde, ponerle en contra de su madre, cogerle asco a las espinacas para siempre, hacer que se porte mal en la mesa, y hacer de la hora de comer un momento de tensión en el que se le intenta castigar o forzar. ¿Y es eso lo que pretende una madre, que su hijo la odie, odie las espinacas, se ponga tozudo y tiemble sólo de pensar en el plato que le espera para comer?
Y si lo que le importa a la madre no es que su hijo coma de todo, incluyendo las verduras menos apetecibles visualmente, si no el valor nutritivo del plato, hay otras verduras y carne con hierro y vitaminas con aspecto y sabor más del gusto infantil.
Esa madre, pese a que todo el mundo que vea el anuncio aplauda su actuación, es una madre petarda, repelente, mal informada, poco sensible, con nulos conocimientos de psicología infantil y con más ganas de demostrar su autoritarismo con el niño que otra cosa. Una madre típica, en definitiva, más atenta a los consejos de la abuela ("déjale que pase hambre, así aprenderá; ¡¡viva el amor de abuela!!) que al sentido común.
¿Y qué hará esa madre ejemplar cuando invite a comer a su amiguita querida del alma, igual de ejemplar, y su buena amiga le diga "ay, es que a mí las gambas no me gustan", o "no, a mí es que el queso no me dice mucho", o "no, no me pongas de eso que estoy a régimen"? ¿Le guardará el plato en la nevera para la siguiente vez que venga? ¿Le tapará la nariz y le meterá la comida en la boca por la fuerza? ¿La obligará a comérselo por huevos? Noooo, claro, a los adultos se les trata con condescendenciay se les perdonan todas, no como a los niños, que es lícito tratarlos peor que a mendigos.
A esa madre deberían obligarle a comer algo que no le gustara, a ver si descubre que no es agradable ni para ella ni para nadie y que hacérselo a otra persona no es precisamente una señal de cariño.
Guardar el plato de espinacas en la nevera día tras día, como es EVIDENTE, no mejorará la apetencia del niño por el plato, ni mejorará el contenido nutricional; sólo conseguirá que el niño se irrite, odie a su madre, le pegue una patata al frigorífico y se acabe metiendo en la boca las putas espinacas con lágrimas en los ojos. ¿Eso es lo que quería su madre? ¿Se han conseguido los objetivos propuestos, que es que al niño le gusten las espinacas?
Digo yo, ¿peco de ingenua y me arriesgo a que mis hijos se me suban a la chepa si actúo con previsión y jamás les pongo un plato apestoso y visualmente asqueroso delante, si no que intento camuflarles los sabores o darles la comida "asquerosa" en pequeñas dosis y con guarniciones? ¿Seré peor madre que la del anuncio si le retiro el primer plato y le paso directamente al segundo, o al postre? Y si no se llena la panza, mala suerte: sólo hay un plato para elegir en el menú, a la manera francesa.
¿Estoy loca por pensar que el hecho de que un niño se quede sin comer un día no tiene nada que ver son torturarle al día siguiente ofreciéndole el mismo plato odioso? Vamos, que si el niño no come una cosa, pues que pase hambre ese día, pero al día siguiente se le pone otra comida, como hubiera sucedido normalmente si se lo hubiera comido. ¿Es que no es bastante castigo por rechazar unas espinacas asquerosas el quedarse con hambre unas horas? ¿Hay que tenerle desesperado de hambre varios días, o como va esto? ¿Eso es ser buena madre, tener a tu hijo en ayunas lamentándose?
¿Pensará la madre del anuncio que tener a su hijo castigado a espinacas recicladas le ayudará a ser mejor persona, a desarrollar su gusto gastronómico en el futuro, a valorar la dieta mediterránea, a convertirse en un adulto bien comido, en no decepcionar a sus suegros o saberse comportar en un restaurante?
Mi padre pensaba que sí, ¿y que ha conseguido? Que su hija le odie, que se acuerde del día del repollo como si fuera ayer, que la palabra "repollo" le irrite y que no haya vuelto a probar el repollo jamás en su vida. ¡¡Viva por mi padre!! Intento educarme bien y fracasó completamente.
¿Soy la única que me doy cuenta? ¿Estoy sola en el mundo?

2 comentarios:

  1. Mi madre siempre ha respetado bastante mis gustos. Cuando era pequeño siempre había el plato horrible que tenía que comerme, pero en un momento dado cuando crecí lo suficiente directamente ya no me los ponía porque sabía que no los comería. Ahora como cosas que me gustan más y cosas que me gustan menos, pero nada que odie especialmente.

    ResponderEliminar