20 de septiembre de 2007

The Cubano strikes back

Tras la vuelta de las vacaciones y a la rutina de usuarios del trabajo de tarde, esperaba con cierta ansiedad el retonno del Cubano, criatura mitológica cuyo máximo poder es no desfallecer nunca en insistencia por invitarme a tomar té. Y cómo no va a aceptar una damisela aficionada al té y con estrecheces económicas una oferta tan tentadora.

El Cubano es uno de esos usuarios habituales a los que conocí casi desde el primer día y que o se le ama, o se le odia. Mi jefe le tenía manía porque siempre pedía cita a última hora de la tarde y sus muestras tardaban mucho en pasar, con lo cual nos teníamos que quedar hasta las mil. Pero gracias a mis encantos femeninos, que le noquearon a la primera, conseguí que accediera de motu propio a venir más temprano y a modificar los protocolos para que las muestras pasaran más rápido. Incluso averigüé su nombre, que mi jefe no se había molestado en preguntar. Y es que no se pueden hacer comentarios amables a los usuarios el primer día que vienen, porque entonces te cogen afición y te dan la brasa en cuanto pasan por la puerta, y no paran de invitarte a tomar un café los jodíos.

El Cubano, que no hace gala de su origen en cuanto a fenotipo pero algo sí en cuanto a comportamiento, resultó ser una persona de refinados modales, amplia formación y carácter amigable, todo un bon vivant experto en tés, cafés y otros placeres de la mesa, que convive con un compañero de piso divorciado en plena caída en barrena vital.
Sus piropos caribeños y su filosofía de tomarse la vida con calma me ayudó mucho a superar los estreses doctoriales, a base de soltarme halagos y frases lapidarias del estilo "dejemos que cada día traiga sus propias angustias", y otras mejores que ya han dejado huella imborrable en mí.

El buen Cubano, que según sus propias palabras "venía a hacerme la corte y a traer unas muestras" (o en orden inverso), empezó a resultar incómodo cuando su generosidad isleña le hizo regalarme paquetes de té a granel, cajas de bolsitas de tés de sabores, bombones de los caros y a invitarme con insistencia cada día de su vida a tomar algo en el bar. Así que tuve que empezar a inventar excusas para mantener las distancias, porque su insistencia resulta épica en estos tiempos de buitres borrachos de Spanish bar que no se lanzan dos veces sobre la misma presa. Porque el Maromo no es celoso pero estas cosas le urtican la bolsa escrotal, como a todos.

Y nunca me atreví a soltarle (por si acaso) que tenía novio porque a pesar de los indicios, nunca estuve del todo segura que el pretendiera nada más que un flirt inofensivo. Al fín y al cabo, un día bromeando con él y sus compañeros, que también son usuarios, me enteré que su generosidad con los bombones y los detalles se extendía al resto de la gente. No en vano trajo dos cajas de bombones de los caros, una para mí y otra para el jefe, y sólo porque le dejamos venir un día con el portátil a solucionarle una duda habitual de software. Y es que pasarse media vida currando en un sitio donde los compañeros no te preguntan ni de ir a tomar un café de máquina causa extrañeza ante estas muestras inusitadas de generosidad humana.

Por eso cuando ha empezado el nuevo curso de "asistencia cubana" ya le estaba esperando para que me invitara al té de rigor, y tras dos anulaciones por fín he podido gorronearle al buen chaval. Pero ahora me pesa en la conciencia pues nunca he tenido mayores oportunidades que esta tarde para comentarle que tengo pareja (por si acaso), y no creo que las vuelva a tener tan buenas. Además, después de haberlas desperdiciado hoy, una corrección posterior me parecería un poco ridícula.
Sin duda algún día se descubrirá todo y quedaré muy mal, sobre todo si el pobre accede a venir a mi defensa de tesis. Yo le propondré sin compromiso si quiere venir a hacer bulto, y es capaz de aceptar amablemente. Pero es que el pobre es un despistado que tampoco ha tirado del hilo cuando tenía ocasión sobre por qué me iba a las tierras del interior ni nada, ni se ha molestado en indagar si el coto era privado... Y no sólo heso si no que ya se ha apuntado en su agenda mental que me tiene que volver a regalar té de sabores, de los que amí me gustan. ¿Galán, pagafantas, amable, cómo debo tomármelo?

Así que seguirá el culebrón intercultural de este buen hombre, del que me apena mucho que no encuentre algún día una buena moza que no le vea como un pagatés pesao (como sospecho que le ven sus compañeras). Yo pienso es mis propias compañeras, y sé de corazón que se mofarían mucho de él si le conocieran, por su aspecto, su forma de hablar y su acento. Me resulta muy fácil imaginarlas rajando a mala fe del pobre muchacho, cuando es mejor persona y más cultivada que los culoprietos calorros y macarrillas que ellas admiraban en el bar. Y es que a menudo percibo que trabo amistad con gente muy buena que le resulta repelente a los demás, y que soy algo así como un imán de indeseables excelentes. Mejorando lo presente ¿eh? no os vayáis a sentir ofendidos.

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